20.2.17

Crítica. La La Land, y bailaré sobre tu tumba

(con spoilers de la trama) He tardado en ver La La Land por diversas circunstancias que no vienen a cuento. A pesar del hype y de los premios, mis expectativas eran las justas. Adoro los musicales clásicos y me llamaba la atención qué podía hacer un director joven con lo que parecía un homenaje a otra época con el que ya había logrado emocionarme la oscarizada The Artist (y en blanco y negro).




¿Merecía la pena la osadía? Sin profundizar, La La Land es una película bonita, llena de color, cuya primera parte parece un cuento de Disney. La chica conoce al chico, parecen estar predestinados a estar juntos, sus vidas se cruzan sin pretenderlo. Son artistas frustrados: ella, actriz; él, pianista de jazz. Cine dentro del cine y esas cosas que ponen cachondos a los críticos de cine. Ver bailar a Emma Stone y a Ryan Gosling tiene su aquel, aunque no inventan la rueda. Todos los pasos son sencillos, sorprende más que vuelen, por ejemplo. Para mí carecen de química en la pantalla, pero me da igual. Me recuerda a un montón de filmes con los que crecí.

A mitad de la película (La La Land dura dos horas largas), los dos soñadores van ganando en confianza, pero los sueños no dan de comer, y él se embarca en una carrera en solitario donde prima la pasta por delante de la vocación. Esta media hora se me hace eterna, canciones y más canciones, con John Legend como protagonista. Nadie baila, esto es otra cosa. Me aburro y me salgo de la película fácilmente. No me interesa verlos separados. La La Land eran ellos dos, no cada uno por su lado. El director pretende que veamos que eso está mal y, en efecto, la pareja de baile se separa. Cuando cada uno toma su camino, ella triunfa en el cine, se casa, tiene un hijo. Él continúa solo, logra abrir el local de sus sueños. La cosa se vuelve a poner interesante, parece un amor imposible y quedan sólo unos pocos minutos de película.

¿Cómo lo resolverá el director? Me inquieta y, claro, me parte el alma. Porque no hay mejor recurso que volver atrás en el tiempo y recrear todo lo que hemos visto como debería haber pasado. Ellos juntos, felices, casados, con su hijo, pero sin sus sueños cumplidos. Vamos, que la culpa de todo la tiene John Legend, que lo sepas. El amor frente a la ambición del sueño americano. ¿No entendíamos la felicidad como el simple hecho de no dejar escapar al amor de tu vida? Sin embargo, en un último segundo, ellos dos, dos personas extrañas, se miran y sonríen, dando a entender que han conseguido el propósito por el que están aquí, que nada tenía que ver con estar juntos.

Y pienso en la película Up y me doy cuenta que La La Land es Up, pero del revés. El mazazo inicial de Up, la separación, llega en La La Land al final. El cuento de hadas se desvanece, no existe esa pareja llena de color y que baila como si lo hubieran hecho toda la vida. Eso era una ilusión. "Me doy cuenta de que siempre te querré", le dice ella, para joder un poco más. "En Los Ángeles se venera todo, pero no se valora nada", dice él. Magnífica frase por la que le deberían dar todos los premios a la película. Pero por lo demás, no.

La La Land es un canto a las películas y a la música, es un canto al cine, con algunas secuencias memorables, es visualmente diferente, de acuerdo, pero no me llega a cautivar hasta el final, cuando me recrea toda esa relación fantástica entre los dos, algo que nunca ocurrirá. Y qué pena Ryan Gosling, más solo que la una, ¿no? Qué injusto. Si tuviera que elegir, me parece mejor película Whiplash, más redonda que La La Land.

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