16.11.22

Opinión. Candy: Jessica Biel vuelve a matar como en The Sinner pero esta vez con pelucón

Opinión de Candy, la miniserie con Jessica Biel basada en un asesinato real que puedes ver en Disney+.

He tardado en ponerme con la miniserie Candy porque primero, me dosifico las historias true crime (que tanta sangre acaba por insensibilizar el alma) y por el cartel con esos rulos postizos de Jessica Biel. Este segundo aspecto se hace relevante a medida que voy viendo los cinco episodios. No solo ella luce pelucón loco, también la víctima y coprotagonista Melanie Lynskey con pelo tazón a lo Cleopatra de Hacendado; el que hace de marido de Biel, que parece un Beatle, y hasta Justin Timberlake (su mujer le cuela de rondón en un papel de policía sonrosado, regordete y con mostacho que no hay quien se lo crea). 

La serie está creada por Nick Antosca, suya es esa locura llamada Nuevo sabor a cereza. 

La historia es real y, por tanto, increíble. No por el asesinato en sí (la serie se llama Candy: asesinato en Texas) sino más bien por el ambiente malsano que se respiraba en esta aparentemente tranquila comunidad a finales de los 70 e inicios de los años 80. Un poco como en The Act, que la gente no se entera de nada y todo es felicidad y postureo. Hablamos en Candy de infidelidades pero siguiendo unas pautas (como si ponerle los cuernos a tu pareja no estuviera del todo mal), siempre tras un velo religioso castrante, donde los maridos se iban a trabajar fuera de casa y las mujeres, amas de casa y madres, se quedaban frustradas y más aburridas que un pomelo. 

Dos Candys: la real y la ficticia.

Hay mujeres que aguantan y aguantan los berridos de su bebé (que te ataca los nervios como espectador), arrastrando una depresión no diagnosticada, sufridoras. Hay otras como Candy Montgomery que deciden hacer un poco lo que les da la gana, pero siempre racionalizando la conducta y con un kilo de hipocresía a las espaldas. 

Para hacernos partícipes de cómo era la vida en un pueblo tejano a finales de los 70 e inicios de los 80, vemos a uno en el hotel Ramada Inn, de negocios, hablando de sus zapas Tiger “con reflectores”. El cura comenta a sus feligreses que vayan a ver Grease. Hay un guiño a la serie Mork y Mindy. Y a Colombo. Luego van al cine a ver El imperio contraataca con los niños. Pero también nos muestran un recorte en el periódico de El resplandor porque al ser el arma del crimen un hacha, los medios luego apuntarían a que Candy se inspiró en la película de Kubrick y se convirtió en una suerte de Jack Torrance. 

Además del berreo del niño de la víctima, que llora sin cesar y más en particular cuando Candy mata a su madre y le deja ahí tirado en la cuna durante horas, hay que añadir para acentuar aun más nuestra ansiedad como espectadores que el marido (un estupendo Pablo Schreiber) se hallaba fuera cuando se cometió el crimen. Como su mujer era cuadriculada y no salía de casa más de la cuenta sospechó que algo malo pasaba cuando no le cogió el teléfono. Todo lo que sufre el marido es una odisea a cientos de kilómetros de distancia. Mientras, Candy estaba tan ricamente como si no hubiera pasado nada.

Lo peor es el montaje de la miniserie, un poco sindiós, saltando para atrás y para adelante. Por ejemplo, al final del segundo episodio aparece una escena corta del juicio que no viene a cuento. Tengo interés por ver qué hace David E. Kelley que estrena miniserie también sobre el mismo caso. Love and Death contará con Elizabeth Olsen como Candy y Lily Rabe como Betty.

Pero lo mejor es la gran pregunta que sobrevuela toda la serie es: ¿por qué Candy mató a Betty? ¿Qué le hizo la amargada pero tranquila Betty, que aunque tenía sus prontos en realidad no se metía con nadie, a Candy para que esta le soltase un buen puñado de hachazos en la cara? Y aquí es cuando flipamos en colores. Es un gran gancho para una serie donde no se ha cuidado el detalle, con grandes actuaciones y que se podría haber contado en una película. 

A partir de aquí spoilers del final de Candy 

Candy se ligó al marido de Betty que parecía tonto. Pero ahí no hay pasión, sino una necesidad básica de ambos por tener sexo. El marido de Candy pasaba de ella (luego en el juicio se echaría la culpa del arrebato de su mujer, tela) y el marido de Betty lo hacía con ambas sin problema. 

Te demuestra que Candy era una mujer manipuladora. Fue capaz de hacer el baby shower del futuro hijo de Betty en su casa. Llega un momento en que no sabes si Betty conoce la infidelidad y actúa sin actuar, como si no pasara nada. Pero su versión nunca la sabremos y queda la de Candy.  

Según Candy fue a casa de Betty y esta conociendo su infidelidad la atacó. El abogado argumentó defensa personal, que si Candy no se defiende la otra la mata. Pero, ¿40 hachazos? Lo más inaudito de este caso es el resultado del juicio al que se enfrentó Candy (para lo que hay que esperar hasta el final de la serie, aunque en internet ocupa todos los titulares). La Candy del título (Candy, caramelo, tiene su guasa esa pátina naif) asestó nada menos que 40 hachazos a su vecina, llamada, ojo al dato, Betty GORE. ¡Gore! Eso es lo que vemos en la susodicha escena del asesinato, más sangre que en la matanza de Texas. 

Candy mató a Betty, dijo, en un arrebato, que se le cruzaron los cables. Y coló. Candy se presentó ante el jurado con el pelo planchado y tal vez por eso la creyeron porque si no, no se entiende. Le hicieron hipnosis y justificaron su actitud por estar sobrecivilizada. Que Candy, al defenderse, escuchó a Betty chistarle, y ese sssss le recordó a su madre cuando le hacía callar de pequeña, algo que activó en ella el instinto asesino. El jurado se lo tragó, el juez también, y Candy no pisó la cárcel. Eso sí, tuvo que alejarse de allí porque aunque la justicia es como es, siempre quedaría la duda entre los miembros de su comunidad que la veían al menos como una robahombres. 

Y es curioso que pase exactamente lo mismo en el primer episodio de The Sinner (la primera fue la mejor temporada) cuando al personaje de Jessica Biel, aparentemente una mujer tranquila, le da un yuyu y mata sin venir a cuento. En ambos casos hay un sonido que activa el gen asesino. Al parecer fue un buen motivo en los años 80 para librarse de la cárcel. Así que, sí, se cometió un asesinato en Texas pero Candy no es una asesina. ¿Cómo te quedas?

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