De qué va
Un velero se queda varado en medio de la niebla en el río Escalda en la frontera entre Bélgica y Holanda. Existen pruebas en su interior de violencia, pues hay agujeros de bala y salpicaduras de sangre. Una chica africana que sufre una conmoción es ingresada en el hospital aunque se niega a hablar.
Opinión
Opinión
Es un jaleo siempre que series con nombres que no son en inglés, como es el caso de Grenslanders (que son los que viven en Grensland) se traduzcan en España al inglés como (atención) Floodland (inundación). No sé qué tiene que ver y por qué no se estrena con un nombre en español directamente. Esta miniserie de ocho episodios que emite SundanceTV a partir del 18 de marzo recuerda a otras ficciones (Bron/Broen, The Bridge) en las que se juega con la frontera entre países para resolver un crimen. En este caso, Bélgica y Holanda deben unir fuerzas en la investigación para averiguar qué hace una niña africana deambulando por un paraje tan inhóspito como esa zona pantanosa.
El gancho del arranque parece más atractivo de lo que finalmente la serie ofrece, al menos para mí Me esperaba otro tono, otro ritmo. La serie tarda en arrancar. Se centra en la protagonista, una inspectora (Jasmine Sendar) que llega desde Rotterdam (aunque no sabemos el motivo) para perderse en ese pueblo en el que parece estar como pez fuera del agua (tanto como la niña africana). No solo porque es negra (hay una tía que la llama "morenita", les resulta exótica) sino porque las costumbres de los locales chocan con su forma de ser y de trabajar (ella ha llegado para cerrar un caso no para tomarse unas pintas en el bar como si no pasara nada). Más adelante aparece un psicólogo (Koen De Bouw) que es el que evalúa a la niña, aunque de primeras tampoco parezca un tipo al que tomarse muy en serio porque no da ni una.
Estos dos personajes no me resultan carismáticos por mucho que los guionistas nos los presenten con sus claroscuros (sobre todo el psicólogo, que tiene una hija con síndrome de Down y su mujer está hasta el gorro de sus idas y venidas). Tampoco creo que transmitan la mejor química. Se supone que los dos harán tandem luchando contrareloj no solo por averiguar qué ha pasado (se supone que hay un crimen, claro, y que hay alguien intentando eliminar a la niña) sino intentando deshacerse de las trabas que les pone la propia policía de la zona fronteriza y sus lugareños (los Grenslanders del título).
Algo que podría resultar de lo más atractivo se me hace rápidamente bola porque la historia se desarrolla muy lentamente, demasiado. Es chocante que en vez de centrarse en el crimen de lo que posiblemente sea trata de personas o algo relacionado con menores (y si no es eso, mejor, que nos den pistas falsas al menos) la serie abuse de la broma sobre el contraste entre la labor policial seria de la detective negra con el cachondeo que se traen los policías hombres. Dudan tanto de su valía, que hasta el policía jubilado no se va a casa porque no se fía de ella. Hay un baile de dos chicas haciendo striptease vestidas de poli que no viene muy a cuento porque es un pueblo pequeño, pues la crítica feminista es que una de ellas es la hija de uno de los polis, algo que tras la risotada provoca vergüenza al padre (esto está más que visto y resulta incomprensible en un pueblo en el que se conocen todos).
También hay cierta obsesión por mostrar el pique entre zonas, como cuando en el bar De Grenswacht comentan que ojalá no sirvan cerveza holandesa ni croquetas alemanas. Se entiende la broma, pero así es de pueril el tema. Y claro cuando a ella, una chica que bebe agua en vez de cerveza trapense, la obligan prácticamente a comerse unos grasientos huevos con bacon directamente de la sartén no puedo más que pensar que aquí hay más paja que otra cosa. Al menos en El tercer día tenía su gracia ver a Jude Law medio loco en un pueblo en el que se sentía fuera de lugar. Aquí ella, por mucho que la aprieten las tuercas, no cambia la mueca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario