Llegamos al final de La casa de papel, el mayor atraco perpetrado en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, nada menos que 984 millones de euros. El primer episodio me pareció contundente, con una presentación de personajes a la altura y un arranque que prometía acción pura y dura y enredos psicológicos entre los protagonistas (tanto atracadores como rehenes).
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con spoilers del final
Que los atracadores se salgan con la suya tenía toda la razón de ser. No porque hayan vivido una odisea insólita hasta el último momento si no porque, desde el principio, el leit motiv de la trama estaba basado en que estos ladrones eran una especie de Robin Hood, en los que el espectador se podía reflejar. Aquellos que fueron criminales dentro de la fábrica, excediendo el poder que les daba las armas, han tenido su merecido encontrando la muerte. Pero los que fueron leales con el significado primigenio de ese robo pudieron ver la luz de un nuevo día, caminando con la cabeza bien alta por la calle. Lo mejor de La casa de papel han sido las relaciones entre los personajes, la acción inagotable a pesar del espacio cerrado y el toque cómico en momentos de mayor tensión. Lo peor ha sido su larga duración, inncesaria, podría haber encontrado su formato ideal en forma de miniserie.
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