Al estilo de Extras, de Ricky Gervais –los invitados se interpretan a sí mismos, excepto Corbacho que hace de director de cásting–, Mucha mierda, según su director, desmonta la idea del glamur, del mundo del actor. “Es una comedia irreverente, sádica en algunos momentos en los que meto el dedo en la llaga. Hay un episodio en una escuela de interpretación en el que vemos cómo el alumno le otorga un poder ciego al profesor, lo que provoca auténticos destrozos emocionales”.
De entre esas experiencias reales que les pasan a los actores, pero que temen revelar, Ochandiano destaca una anécdota que inspira uno de los gags. “Una actriz fue a un cásting, tenía que hacer que comía así que se llevó una pizza, había cola y tuvo que esperar mucho. Cuando le tocó ya era la hora de comer y la directora de cásting le dijo que se había hecho tarde, que volviese otro día y que se quedaban con la pizza. ¿Es o no es una cutrez?”.
El propio Ochandiano se ha proyectado en uno de los actores, Carlos Gorbe, aunque, matiza, las cosas que le pasan en la serie no necesariamente le han ocurrido a él. “El tipo de neurosis, sí. Todavía estoy aprendiendo a convivir con mi ansiedad”, confiesa. También se reserva un cameo haciendo de sí mismo porque “se lo ofrecí a otros actores pero la trama les pareció muy heavy”.
La escritura del guión, afirma, le ha servido de catarsis. “Al final de un episodio, Silvia Abascal le dice al personaje de Carlos: ‘Algún día este dolor servirá para algo’, y eso me lo he tenido que decir alguna vez”. La actriz, que “estaba harta de hacer de rubia con ojos azules”, aportó ideas al guión: “Es de los momentos que me toca más el corazón”, reconoce Ochandiano. Aunque cada episodio tiene un carácter propio (el segundo está rodado en blanco y negro), Ochandiano cree que “en cuanto a atrevimiento, Mucha mierda va a más”.
[Entrevista publicada en Cinemanía]
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