1.12.23

Fargo 5x1, un secuestro, MacGyver en Solo en casa y las tortitas de Juno Temple

Regresó Fargo en su quinta temporada. Ya comenté todo lo que había que saber sobre esta entrega protagonizada por Juno Temple y Jon Hamm. Viendo el primer episodio pienso en tortitas. Todo el rato. No es de extrañar. Esa inocente pregunta de una niña (¿Podemos comer tortitas?) vertebra la personalidad de la protagonista. Dot Lyon, como una "leona", mataría por su hija.

Juno Temple prepara las tortitas agitando la masa en un bol como si apenas le costase esfuerzo. Esa fue la primera foto de promoción que vimos de ella. Como si hacerlo le calmara los nervios, el estrés. Algo oculta. Lo sabemos. La trama del primer episodio (un aparente secuestro) es muy entretenida, muy a lo Fargo de siempre, de la película. Pero esta vez, ella sí escapa. Porque Dot Lyon, en un guiño a su apellido, es una leona, una auténtica fiera. Una ama de casa pequeña pero matona. Escurridiza. Como si a MacGyver le metieras en Solo en casa. 

Dot se vale por sí misma, es ingeniosa, escapa de sus secuestradores usando la astucia. Sabes que no es la primera vez, es imposible. Esto Dot lo ha hecho antes. Su suegra proTrump (Jennifer Jason Leight) bromea en la mesa (tras hacerse unas fotos navideñas con rifle en la mano), aconsejando a Dot que escriba un libro sobre sus experiencias como fugitiva. Lo dice porque un malentendido la lleva al calabozo. Ataca con una taser a un policía creyendo que era un exaltado del colegio que iba a atacar a su hija. Dot tuerce el morro. Si su suegra supiera que sí que es una fugitiva. Tiene todo el sentido el mohín. Pero el pasado allí se quedó y Dot solo tiene ojos para su pequeña. Su marido es un buen hombre, tan bueno que es tonto. Dot sabe manejarlo tan bien como su propia suegra hace con él. Le quiere, sí, pero sabe que no defenderá a su hija como lo haría ella misma. 

Por eso, Dot se queda en casa tejiendo y viendo la tele. Esa es su aburrida vida. La que, sabemos, ha elegido. Ese día, antes de que irrumpan en su casa para llevársela, ella preparaba unas tortitas para su hija. Se lo prometió la noche anterior antes de irse a dormir y antes de que un breve pensamiento (Jon Hamm a caballo) no le dejase dormir. Y es una mujer de palabra.

Pero el marido tiene prisa y la niña desayunará con él unos donuts. Dot se queda con el bol en la mano, resignada y sin embargo feliz. Luego, todo se descontrola. Dot logra escapar de sus secuestradores. Uno lleva falda y el mismo corte de pelo que Javier Bardem en No es país para viejos. No llega a tener sus ojos huecos pero sabemos que volverá para demostrar que tal vez sí que está como unas maracas. El otro, pobre, se lleva la peor parte y muere en un váter de una gasolinera. Qué cosa más triste. 

Allí Dot, escapando, se queda pasmada frente a una estantería en la que mira impávida una caja para hacer tortitas. Como si la realidad de pronto le recordase que debería dejar de huir y volver a casa, con su hija. Y eso es lo que hace. Por eso, el policía al que ayuda se queda allí solo prometiéndole una medalla. Un último empujoncito es ver en el suelo un anuncio de desayunos, "la comida más importante del día". Tiene que volver.

Dot ha vuelto a casa, sucia, con pelos de loca, con los pies ensangrentados de correr descalza. Cuando su marido escucha ruidos en la casa, asustado, se la encuentra en la cocina, como si nada hubiera pasado, la misma imagen con la que la dejó por la mañana. Dot agita con fuerza la masa de las tortitas y le dice al marido que le prometió a su hija que desayunaría tortitas y eso es lo que va a hacer. 

Quede como guiño guiño que en la película Fargo eran los secuestradores los que hablaban de parar a comer tortitas. Los Coen tan fans de las tortitas y los gofres. Azúcar!  

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