18.6.21

Opinión. 'La extraordinaria lista de Zoey', ¿ha sido un buen final?

Sobre el final de La extraordinaria lista de Zoey, cancelada tras su segunda temporada.


Se hace extraño hablar del final de una serie de la que te encariñaste sin pretenderlo, de la que no esperabas nada y te sorprendió (como comenté por aquí), y de la que una vez acabada te da igual que diga adiós. En la ficción han pasado seis años entre una entrega y otra. Para nosotros todo ha ocurrido a un ritmo frenético. 

En la primera temporada, la jefa de Zoey (Lauren Graham, Las chicas Gilmore) pronto desapareció, ella ascendió de rebote, nunca se sintió segura. Tampoco en el terreno del amor, el miedo a cagarla cuando había visto en sus padres al matrimonio perfecto. Pero su padre se murió (Peter Gallagher), uno de los grandes recursos de la primera temporada, ese padre afable, que puso el listón alto a sus futuros novios, con el que seguía teniendo alucinaciones como si estuviera vivo. Para más inri hasta él cantaba. Zoey (Jane Levy) se ponía en modo karaoke-flashmob rápido, tenía un don, sin embargo, cual metáfora de su duda existencial, ella no soltaba ripio porque era incapaz de expresar sus emociones seguramente porque tampoco sabía muy bien lo que quería. 

En la segunda entrega siguió la tónica de la primera en cuanto al amor se refiere. Zoey continuaba dudando entre dos amigos con derecho a roce. Los dos seguían trabajando con ella. Sin su padre, otra figura masculina, la de su hermano David (Andrew Leeds), toma más peso. Hay menos drama sin la enfermedad terminal del progenitor, lo cual es un alivio, pero entran otras enfermedades, tal vez, menos evidentes, casi tabú, como la depresión postparto de Emily, la mujer del hermano (Alice Lee). La vecina Mo (Alex Newell) ya no revienta tímpanos pared con pared porque cuenta con su propio restaurante donde hace lo que le da la gana, tanto, que se liga hasta a un bombero que pasaba por allí. Todos en la serie comen perdices, pero casi se atragantan porque van a toda leche. 

Mo se enamora del bombero que le apaga inevitablemente ese fuego furioso, lo cual se agradece y ella le ayuda a él a ser menos estricto. A cambio, eso sí, de apechugar con sus dos hijos adoptados de otro matrimonio con un hombre (esto abre un melón sobre este tipo de relaciones). El hermano de Zoey intenta recuperar su juventud tocando en un grupo de chavales. Aquí hay un atisbo de que sea un yogurín el que se empareje con Zoey, uno del grupo que además es vecino, pero dura un soplo, no da tiempo. El hermano se da cuenta de que está haciendo el tonto, no ayuda a su mujer con el bebé, así que aprende de una vez a priorizar, aunque en el fondo sea un abogado frustrado. Tal vez sea este el peor personaje, no me aporta nada y me da igual que sea un infeliz con lo soso que es. 

La madre de Zoey (Mary Steenburgen) al quedarse sola hace migas con una amiga del pasado (Bernadette Peters, esta relación podría haber sido mucho más divertida, pero es lo que es): salen un poco, casi liga, pero los guionistas resuelven que, aunque pueda pasar página y rechazar a un antiguo novio del insti ahora casado, no es tiempo aún de enrollarse con nadie (y menos de romper una pareja, como sí hace su propia hija Zoey –aunque no quiera– entre risitas de mosquita muerta). El fantasma del marido sigue pululando algo, al menos en el corazón de la madre. Y en cuanto a la prota, aquí viene lo bueno, porque ella sigue como Carrie Bradshaw entre dos mares. Max, el amigo con el que entraste a trabajar y que es demasiado meloso y pesado, y Simon, el otro colega del curro, que te lo puso un poco difícil al principio, pero que ahora anda rendido a tus pies. Zoey se deja llevar por los sentimientos de los demás y salta de uno a otro sin ton ni son. Y tú como espectador te lo crees si te gustan estas fruslerías romanticonas. 

En un guiño más que evidente a Friends, Zoey se toma un descanso con Max (Skylar Astin), y qué es lo que pasa, claro, que en cuanto él amenaza con irse a Nueva York con otra, a ella se le abren las carnes. Esto a pesar de que Zoey anda con Simon (John Clarence Stewart). Cuando corta con él, Simon ni se inmuta. Total, como le ascienden resulta que su prioridad era otra, no Zoey. Mehhhh. Ni una lágrima. Para no ser previsibles, los guionistas hacen que Zoey corra al aeropuerto pero no se entromete porque entiende que Max y su nueva chica están enamorados. Esta situación recuerda a la de Simon en la primera temporada: había roto su compromiso con su mujer y Zoey se metía por el medio, pero como amiga (ya, ya).

De ahí, que al final, choca y mucho que sea Max el que no se vaya y reaparezca unas horas después buscando a Zoey. La serie se canceló y tenían que acabarla ya. Y, sí, sucede lo que tenía que suceder, lo que seguramente estaba en el guion desde el principio, que Zoey canta y Max la escucha. Y así es como ella se da cuenta por fin que a quien siempre ha querido ha sido a Max. Es encantador y algo bluf al mismo tiempo que a Zoey realmente no la cogieran cuando se presentó a las pruebas de la empresa de tecnología y que Max cediese su fichaje por ella, se sacrificase por esa tía a la que acababa de conocer, que tuvo que irse volando porque su madre se había puesto enferma (luego sería el padre el realmente chungo), y que le demuestra a Zoey que siempre estuvo ahí para ella, desde el minuto uno, amor desde la admiración (el amor más bonito) a primera vista. 

A pesar de los desplantes y de dejarle, Max siempre la ha esperado. Muy bonito, sí, y sobre todo los flashbacks donde conocemos al detalle cómo se conocieron todos gracias a que Zoey se sincera a su terapeuta (el penúltimo episodio es el mejor). Pero al final ha sido una serie musical con personajes enamoradizos que buscaban su identidad (como ya hiciera Glee o Crazy Ex-Girlfriend). Seguro que esta Zoey se olvidará pronto cuando se estrene Schmigadoon!, una nueva comedia musical con gente que canta sus emociones entre alucinaciones y romanticismo de manual. 

Guiño Cócteles fuera de serie. Especialmente, gracias a la inauguración del bar de Mo, en el episodio 2x7 se mencionan un buen número de combinados. El bombero le apaga un Mo-lotov que estaba en llamas (así es como se conocen los dos). "¿Qué cóctel para idiotas te pido?", le preguntan a Toby. El informático pide un whisky caliente con cerezas.

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