(opinión y claves de La cocinera de Castamar, estreno en Atresplayer Premium)
Las series de época están de moda. Nunca han dejado de estarlo, pero ahora apuestan por el anacronismo hecho adrede (como popularizó el Romeo y Julieta de los 90), con mujeres empoderadas, personajes inclusivos y mucho salseo rodado con cámara en mano. Tras Los Bridgerton y antes de que llegue Belgravia, La cocinera de Castamar recrea el Madrid de 1720 con nobles y criados al más puro estilo Downton Abbey, pues Michelle Jenner es la cocinera que en Como agua para chocolate encandilará por el paladar al duque de Castamar (Roberto Enríquez), un viudo apático que no ha superado la muerte de su mujer. La cocinera, que también arrastra su propio trauma por la muerte de su padre y su consecuente caída en desgracia, padece agorafobia, algo bastante original en una serie de estas características. La adaptación de la novela de Fernando J. Múñez añade mucho sexo y salseo gracias a los personajes interpretados por Hugo Silva y Maxi Iglesias. El primero es el marqués de Soto, un seductor nato que recuerda al al vizconde de Valmont de Las amistades peligrosas (1988) y que buscará casar al duque de Castamar al tiempo que engaña a la posible candidata y urde una extraña venganza. Maxi Iglesias es el conde de Armiño, que presume de un comportamiento libertino en una época en la que los valores religiosos obligaban a disimular (más ellas que ellos) por pura hipocresía (solo hay que ver el comportamiento de rey Felipe V). El primer episodio plantea un escenario en el que los aristócratas se desmadran que da gusto siempre a escondidas mientras el populacho se lo monta a plena luz del día. La serie gustará a los que busquen rocambolescos embrollos y un romance cocido a fuego lento.
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