28.9.20

Opinión. QUIZ, o cómo hacer trampas (casi) imposibles de pillar

Ya se puede ver en la plataforma de Movistar+ el primer episodio de Quiz: el escándalo de ¿Quién quiere ser millonario?, miniserie estupenda, dirigida por Stephen Frears (que últimamente se sale) y protagonizada por Matthew MacFadyen (el cuñado de Succession), Michael Sheen, Sian Clifford (la hermana de Fleabag), Mark Bonnar (visto en Apple Tree Yard) y Helen McCrory (Penny Dreadful).


En ¿Quién quiere ser millonario? el ganador se podía llevar un millón de libras, algo nada sencillo. Quiz cuenta cómo un comandante del ejército lo consiguió. Algo que parecía impensable. Los creadores del incipiente concurso (esto ocurre en 2001 y el programa se estrenó en 1998) se huelen la tostada: aquel tipo que parece del montón ha hecho trampas. Pero, ¿cómo? Y lo que descubre esta ficción de un suceso real es el alucinante entramado que gestaron el tipo este (MacFayden), su mujer (Clifford) y otro concursante presente en el programa. Y todo lo que hubo antes, porque ella, la mujer, ya se había llevado un dinero en el concurso, lo mismo que su hermano. Bonnar interpreta al creador del concurso que no da crédito a lo que ocurre y McCrory a la abogada del militar que debe defenderlo en un juicio que se despliega durante el tercer y último episodio.

Quiz podría formar parte de esas tramas reales que parecen inverosímiles, como vimos en el documental Mc Millions, sobre el fraude el Monopoly del McDonalds. Siempre habrá alguien que intente hacer trampas y llevarse el gato al agua. En el caso del Monopoly hubo chanchullo desde dentro, pero en Quiz todo se lo curran los sospechosos. Y eso es de quitarse el sombrero. Así que no te pones del lado de la cadena sino del de estos currantes que tuvieron que estudiar y maquinar pero que muy bien cada uno de sus pasos (y tropezar en alguna que otra piedra también).

Quiz nos descubre por un lado el poder del juego, cómo hay personas, ya sea individualmente o en equipo, que compiten para ganar. Esta familia era adicta al Trivial, en timbas que se organizaban en bares, entre cervezas y la tensión propia del que no quiere perder. Lo que empezó como una ilusión acabó siendo una obsesión, porque ganar aquel nuevo concurso era como alcanzar la punta del Everest. Por otro lado, está el programa en sí mismo, cómo se gesta, cómo se rueda el piloto, cómo ni sus propios creadores sabían muy bien qué tenían entre manos, cómo comenzó a tener audiencia, a triunfar (lo siguieron hasta 19 millones de personas en Reino Unido), a ganar premios, a venderse en otros países, cómo pasó a ser un fenómeno mundial. Otro aliciente más para ganarlo. Y aquella noche de acertijos entre colegas pasó a convertirse en una especie de reto final para muchas de estas personas.

Lo mejor de la serie: ver tele dentro de la tele, MacFayden en el momento en que compite en el concurso, McCrory durante el juicio surrealista, el no saber muy bien como espectador qué ocurrió realmente.

Lo peor de la serie es, tal vez, el presentador interpretado por Michael Sheen un personaje que no se luce hasta el juicio y ni eso (ahí me falta información), algunos momentos surrealistas como el del baile o el final, que puede crear confusión, aunque entiendo que es lo que se busca.

Pero, en definitiva, si te gusta la tele, conocer los entresijos de un programa, y ver a esta peña obsesionada con ganar dándolo todo esta es tu serie. No podrán caerte mal. 

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