5.8.14

Crítica Lucy, de Luc Besson: Scarlett Johansson máquina de matar

Luc Besson consigue con Lucy completar su cubo de Rubik particular. Cuadraditos que ensambla por colores a una velocidad de vértigo, como quien hace un truco de cerca y nos deja rascándonos la cabeza. Scarlett Johansson es Lucy, el personaje, y es Lucy, la película. El francés se regala un autohomenaje (esas superwomen de su cine), mezclando con pericia las secuencias de acción con una interesantísima reflexión sobre el ser humano y el ser tecnológico. Y salta de un color a otro de ese cubo de Rubik –o monolito de Kubrick– de la mano de su heroína, una mujer normal, más bien tirando a mediocre, que sufre una mutación acelerada por culpa de una droga cuyas consecuencias son impredecibles. O no tanto. Porque lo más llamativo de Lucy es que, a pesar del aumento de su capacidad cerebral –hasta convertirse en algo inclasificable, tan megainteligente que da miedo– ella siempre es consciente del poder del que goza. Acostumbrados al héroe novato que no sabe cómo usar sus recién adquiridos dones o que se aprovecha de ellos para sus propios beneficios o que se deja seducir por el lado oscuro, Lucy es la excepción con la que Besson se luce. Como si la indecisa protagonista de Lost in Translation –Lucy transcurre en otra ciudad asiática, Taipei, con el sórdido mundo del tráfico de humanos de fondo– adquiriera la forma física de la Natasha Romanoff de Los Vengadores –la actriz corre, pega patadas, dispara, se sube por las paredes (literal)– y se transfigurase en algo que no es de este mundo –con la misma mirada perdida, robótica, que su extraterrestre de Under the Skin (¿parafrasea el título en un diálogo?)–, hasta ser sólo el eco de una voz –Her–. Reflexiones que surgen a borbotones (“las matemáticas no importan, sólo el tiempo”), con guiños a Matrix y a Terrence Malick, con una persecución de coches que podrías ver en bucle, con un villano –Choi Min-sik, el Oldboy original– magnético, con un Morgan Freeman poniendo mejor orden que en la irregular Transcendence, con esa llamada telefónica de Lucy a su madre (glup). En Sin límites, sí, Bradley Cooper también se salía del cuerpo, alimentado por un chute. Olvídalo. Lucy consigue ser la versión perfecta de sí misma, una diosa, aunque no entendamos qué demonios es eso [Crítica piubicada en Cinemanía agosto 2014] Lucy se estrena en España el 22 de agosto.

No hay comentarios: