+Hoteles donde sí dormir en Málaga.
El sábado a primera hora me cambiaré al hotel de lujo que me han reservado, así que ni tan siquiera me importa si tengo que compartir el baño. Cuando viajo a Nueva York suelo quedarme en el Pod Hotel, en el que compartes el baño y éstos son enormes, limpios y siempre hay alguno libre, nunca tienes que esperar. El hostal está en la calle Vendeja, 25, es uno de los tres establecimientos que esta cadena tiene en Málaga. La mayoría de sus habitaciones son para compartir, así te sale más económico. Está pensado para gente muy joven, estudiantes, turistas, especialmente. Pero hay la opción de reservar por una habitación doble con dos camas por 43,33 euros. Al hacerlo a través de su web, además, me hacen un descuento del 6%, aunque al hacer la reserva me aparece que el desayuno va incluido y que tengo que pagarlo (3 euros, dos personas). No me importa. Después de aplicar el descuento web y de añadir el “gasto obligatorio” se me queda en 43,55 euros. En cuanto hago la reserva, el hotel me la da por confirmada en un email. La hice el 27 de mayo a primera hora. Dormiría en el hostel el 6 de junio.
La recepción está dentro de la barra de bar, al fondo detalle de la decoración del hall. |
Tras viajar de Gandía a Valencia en tren de cercanías, y de Valencia a Málaga con trasbordo en Madrid en el AVE, tenía ganas de llegar al hostal para soltar la bolsa, cenar algo e irme a dormir. En la estación de María Zambrano voy con Miriam, que también participará en la charla, en taxi hasta el hostal. En cuanto deje las cosas hemos quedado para cenar con Isabel, la moderadora del encuentro. Ya es muy tarde y hay que darse prisa. Nada más entrar en el hostel me siento como si estuviera en una fiesta de éstas de baile de graduación, de los prom USA. Efectivamente, la recepción se encuentra dentro de la barra de un bar, la música suena a todo volumen, la zona está a oscuras, hay un puñado de norteamericanos bebiendo sangría y riéndose a carcajadas. Otro cliente come paella en la barra, ya que sirven esta tapa de cena. Mientras en mi habitación no haya ruido, a mí, plin. Hay un chaval con un ordenador dentro de la barra que atiende a otros clientes y me dice que me dé una vuelta porque va a tardar un rato. ¿Una vuelta, cómo? Le digo que no se preocupe, que me espero allí mismo. Hago algunas fotos del hall mientras tanto e intento conectarme al wifi que es gratuito. El chaval va de buenrollista, hace bromas en inglés (son guiris), se toma su tiempo, les explica dónde están las habitaciones, en un tono evidentemente informal, casi adolescente. Para cuando me toca, me mira con una amplia sonrisa en la cara y sigue con el mismo tono fiestero. A mí no me importa, de hecho me hace gracia cómo intenta aparentar que en ese hostel se lo pasan en grande siempre. Genial.
Le comento, sin que nos oigamos muy bien, que tengo una reserva. Mientras realiza la gestión, me fijo en un cartel en el que especifica que si pagas con tarjeta te cobran un suplemento. Como me sigue pareciendo barato, y tengo prisa, prefiero pagar con tarjeta que sacar dinero de un cajero y volver. Aunque en ningún momento leí nada de este asunto al hacer la reserva. Si lo hubiera sabido habría pagado en metálico. El chaval me dice que tengo que abonarle la reserva que son 46 euros. Pero, ¿no eran 43,55? Le repito que hice una reserva a través de su web, con derecho a desayuno. El tío no sabe de qué le hablo. Entiendo, aunque no me lo confirma, que no tenían constancia de esta reserva. Yo llevo el email de confirmación, así que ante la evidencia, el chaval me da la razón. Es más, me dice que como estoy pagando por dos desayunos, que me invita a una copa en la barra. Al pagar con la tarjeta el precio final de la noche se me queda en 43,76 euros. Durante estos 15 minutos que dura el check in (ya hay otra pareja esperando), el chaval me pregunta de forma cordial qué hago en Málaga, le cuento lo de la charla, que soy periodista, que suelo hablar en mi blog de mis viajes, y que tenía ganas de conocer este hostel que tenía pintaza en la web, del que escribiré en el blog. Cuando le doy el carnet, me dice que va a tener que mirar mi edad, todo entre risas, le digo que no me importa, que me conservo bien y se asoma por encima de la barra para verme el cuerpo. Yo estoy hasta los ovarios de esta situación ridícula, pero le sigo el juego, no hay otra. Cuando por fin pago, momento que pensaba que no iba a llegar nunca, me dice que por la mañana le baje las sábanas. ¿Perdón? No pienso bajarte las sábanas, le digo. Vale, no pasa nada, no las bajes, me responde con naturalidad, como si dijera, con ésta no ha colado. Qué no les harán a los guiris. Pero, esperad que hay más. Me dice que le tengo que dar 5 euros en metálico como señal. No replico, no puedo más. No sé para qué son esos 5 euros, pero me firma un vale. Que cuando me vaya mañana que se los pida y me los devuelve.
FICCIÓN Y REALIDAD
Izquierda, la habitación doble que reservé y que aparece en la web del Feel Hostel Soho. Derecha, la realidad: un cuartucho con un ventanuco que da a un pasillo en el interior del hotel, por el que se puede colar cualquiera, sin persiana ni cortina, por el que cualquiera puede mirar.
Subo en ascensor a la habitación. Las puertas de las habitaciones son muy modernas por fuera, los pasillos están pintados en colores, hay ventanas que dan a un patio interior, pero es todo luminoso. De hecho, mi habitación, tal y como aparece en la foto de la web, tiene vistas al exterior a través de un gran balcón. Pero cuando abro la puerta me encuentro con un cuchitril de verguenza. No sólo no es la habitación que yo he reservado a través de la web del establecimiento, es que ESO no es una habitación. Parece más bien un cuarto donde se guardan los trastos viejos. No sólo no tiene balcón al exterior, ni cabecero en la pared, ni cuadro, ni ná. Lo peor es que la única salida de ventilación de la habitación es una pequeña ventana que da al pasillo por donde el resto de clientes pasan a sus habitaciones. Esa ventana no da a la calle tan siquiera, da al interior del hotel. Carece de cortina o de persiana alguna, por ahí entra la luz, te puede ver cualquiera que pase por ahí. Pero lo peor es que por esa ventana se puede colar cualquiera: una vez abierta, hacía calor, ¿cuál es la seguridad en esa habitación tanto para mí como para mis cosas si las dejase allí dentro? La habitación con un perchero al aire, un ventilador y un escritorio hecho con maderos pintados es de lo peor que he visto en mucho tiempo. Y no se trata de que salga económico, ni de que sea un hostal, insisto, yo he dormido en varios hosteles a lo largo de mis viajes y le dan mil vueltas a esta porquería. No me lo pienso, hago las fotos y bajo a reclamar. Antes me paso por el baño. Caigo en la cuenta de que no tengo ni toallas, tengo que alquilarlas. Tanto parloteo del recepcionista pero de esto ni se acuerda. Sólo hay un baño por planta, me parece escaso, pero lo tengo decidido, ahí no duermo.
- En la expo de Marina Abramovic y Kaws en el CAC Málaga.
Ni cabecero en la cama, ni cuadro, ni ná. Una habitación cuchitril que nada tiene que ver con lo ofertado por la web del hostel.
En la recepción tengo, de nuevo, que esperar. Le digo al chaval que me cambie de habitación, que ésa que me ha dado me provoca claustrofobia, me dice que no le queda ninguna habitación más. ¿No me ofreces una solución entonces? No. Me veo en la calle y con gente esperándome a cenar. Llamo al AC Palacio, pero no le quedan habitaciones, así que me lanzo a la calle en busca de algún hostal en el que un viernes noche tengan habitación. Menos mal que en la misma calle, a lo lejos, veo el primero, el Hotel Castilla Guerrero, de dos estrellas. En una recepción de las de toda la vida, le digo al señor, en confianza, que me la han jugado en el hostal y que necesito una habitación, sólo le queda una individual, me temo lo peor, pero al hombre, y fijaros la diferencia en las formas, no le importa que suba a verla, eso sí, me avisa que da a un patio interior. Me cobra por la habitación 45 euros. Lo flipo, y tengo toallas, y baño propio, y una ventana que da al exterior. Lo normal, vaya. Y acabo de pagar 44 euros por un trastero antihigiénico reciclado en habitación. Cuando estoy dispuesta a decirle que adelante, que me la quedo, el señor me ofrece amablemente otra que ha sido cancelada, pero que es familiar y cuya ventana sí da a la calle. La habitación tiene cuatro camas individuales, es enorme, con un baño bastante mejor. Me cobra 58 euros y me la quedo. Al final me cuesta 14 euros más, pero me compensa el trago y el trajín que llevo. Ya son más de las 10 de la noche, me esperan a cenar y tengo aún que pelearme con el hostel para que me devuelva el dinero.
Vuelvo al hostel para cancelar la reserva. El chaval me dice, lo primero, que ESO es un hostel y que los hosteles son ASÍ. ¿Perdón? Eso no es cierto, le digo. También me confirma que él no puede devolverme el dinero, que vuelva mañana por la mañana que está la gerente y que hable con ella. Le insisto en lo obvio, que ésa no es la habitación que aparece en la web, no es el servicio por el que yo he pagado, que no pienso irme sin mi dinero y menos perder el tiempo en volver, que quiero una solución ya y que no creo que sea la primera vez que le pasa algo así. Me dice que sí, que es la primera vez. Es decir, no sabe qué hacer. Tanto buen rollo para nada, cero profesionalidad. Le pido la hoja de reclamaciones y me dice que tiene que buscarla que no sabe dónde está. Alucino y le digo que no entiendo nada, que qué tipo de establecimiento es ése, todo fachada. Ante mi insistencia y evidentes síntomas de cabreo e impaciencia, el chaval hace una llamada. Desde el otro lado mil preguntas, hasta que el chaval me da la razón, que me hace la devolución, que perdona, que él no tiene la culpa, que le pagan poco. En fin, una cosa no justifica la otra. Fachada. Cuando me intenta hacer el ingreso en la tarjeta no sabe cómo hacerlo y tiene que llamar otra vez. Veo que no llego a la cena, qué pérdida de tiempo todo, la verdad. No veo el momento de salir de allí, qué puta pesadilla. Le tengo que recordar que me tiene que devolver, además, esos 5 euros fantasma que no sé para qué eran. El chaval me ofrece la posibilidad de usar los ordenadores del hotel para buscar otra reserva. ¿Este chico qué se piensa que en todo ese tiempo me he ido de cañas? Le digo la verdad, que ya tengo donde dormir, que el hotel de al lado, su competencia, me cobra lo mismo que ellos y con baño incluido y sin tanto postureo.
El Feel Hostel Soho cuenta con la mayoría de críticas positivas en Tripadvisor y Booking. No sé cómo serán el resto de habitaciones, pero la que me quisieron endilgar a mí no se puede llamar habitación. Vergüenza les tendría que dar alquilar un cuartucho sin ventana, y peor aún, dar gato por liebre y mostrar en su propia web una habitación que no se corresponde con lo que a mí me vendieron. Dicho esto, deciros que llegué al cenorrio y que pronto olvidé este timo hipster de hostel.
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