Esta serie representa una de las fantasías de cualquier hombre hetero, de esos que empiezan leyendo el As por la última página. Acabar soltero y sin compromiso en una residencia con piscina, en una ciudad donde siempre hace sol, con amigos con los mismos intereses (mujeres) y sin pensar en las complicaciones del amor. We are men es una comedia para ellos, para esos hombres desencantados con sus parejas, que prefieren el carpe diem y tienen a Charlie Sheen en un pedestal.
La perfecta urbanización donde viven es en esta serie la casa con playa del protagonista de Dos hombres y medio. Aquí en vez de dos hermanos y un niño, tenemos a cuatro tíos que no se conocen entre sí hasta que llegan allí. La sitcom arranca cuando el más joven es plantado en el altar por su novia (el objeto de deseo de Elijah Wood en Wilfred, Fiona Gubelmann). El desconocido (y yogurín) Chris Smith nos va contando con voz off sus sentimientos, ya que él sí cree en el amor y, de hecho, quiere recuperar a su chica. El arranque es muy Happy Endings, con esa no-boda que desencadena los acontecimientos (de hecho, el creador, Rob Greenberg, dirió algunos episodios). Me sorprendió ver como cura al enamorado de Bunheads, habitual de numerosas series y películas. Su papel es ridículo.
Cuando conocemos a los otros tres, vemos que están cortados por el mismo patrón. Tal vez, sea más afín al personaje de Smith el interpretado por Kal Penn (House), un tipo infiel al que deja su novia. No ha perdido la esperanza de recuperarla. Luego están los dos estrellas de la serie. Jerry O'Connell (por siempre el gordo de Cuenta conmigo), cuyos momentos en bañador resultan ridículos (va de tío bueno) y Tony Shalhoub: el que fuera Monk aquí es un salidorro, que está obsesionado con las asiáticas y es como el cerebro de la fiesta. "Cuando encuentras la verdadera felicidad sólo dormiría con ella unas semanas". Estos chicos van al bar a ligar y punto. Odian las bodas ("las bodas son el demonio") y todo lo que implique compromiso. Son peterpanes resignados, una Band of Brothers como se hacen llamar que, realmente, dan bastante pena. Las mujeres salimos muy mal paradas, ya que parece que sólo queremos casarnos para que nos mantenga un tío que gane dinero y si nos divorciamos chupamos la sangre con más energía que los vampiros de True Blood. Es evidente que el chaval los irá cambiando y que veremos como todos se irán enamorando aunque lo eviten (es ley de vida), pero si esto es lo que ocurre pues será de lo más predecible, viendo una sucesión de chatis hasta que alguien pique. El personaje de Monk tiene una hija estupenda que se parece más a un tío con faldas. Está claro que el prota y ella acabarán siendo pareja. We are men (somos hombres) es otra serie que se queda en el cajón.
Si en We are men sobran las mujeres, en Dads sobran los padres y en Brooklyn Nine-Nine, la autoridad.
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