Recuerdo perfectamente cuando
Carrie Bradshaw descolgó por última vez su móvil rosa para hablar con
Mr. Big (perdón, John) mientras caminaba por las calles de
Manhattan. Literalmente se me abrieron las carnes. En 2004 se acababa
Sexo en Nueva York. ¿Qué íbamos a hacer sin las divertidas charletas de estas mujeres, sin sus reflexiones superficiales pero llenas de optimismo? No tardamos, el mismo año, en engancharnos a un nuevo invento llamado
Mujeres desesperadas. Marc Cherry estuvo al quite con muy buen ojo. ¿Que ya no eran solteras con ganas de juerga sino amas de casa atormentadas? Nos daba igual. Ellas seguían siendo las protagonistas, las mujeres, y aunque cambiase el escenario y la situación personal, los problemas venían siendo los mismos: ellos. Pero
Wisteria Lane también echó el cierre. Por ello,
Los diarios de Carrie me producen nostalgia y me entusiasmo con el piloto. La moda, la música, el
Nueva York de los 80… ¿se puede pedir más? A diferencia de
Gossip Girl –que dijo adiós con el
You’ve Got the Love del final de Sexo en Nueva York a la que tanto le debe–, la niña Carrie no es una
queen bee, ni le sobra el dinero. Ella se hizo a sí misma, empezando por su inseparable bolso customizado, herencia de su madre fallecida. Algo debe de tener la tan criticada serie de
Darren Star cuando hasta la mismísima
Tina Fey –paradigma su
Liz Lemon de mujer independiente y trabajadora– acaba emulando a la Bradshaw, Cosmo en mano y con su tutú rosa, en la última temporada de
Rockefeller Plaza. Mejor halago que éste, imposible. Sólo falta el guiño de su colega y amiga Amy Poehler en la magnífica
Parks and Recreation. Por cierto, ¿para cuándo su estreno en España?
[Columna de opinión Free Spoilers publicada en el número de marzo de Cinemanía]
Girls
666 Park Avenue
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