En marzo de 2011 contaba en el blog con la mayor de las ilusiones que David Fincher preparaba una serie con Kevin Spacey llamada House of Cards. Esta tarde he podido ver el piloto de una hora en el preestreno de Canal+. En EE UU la serie se estrena mañana día 1 de febrero y en España el 21 de febrero.
review sin spoilers de House of Cards
Las expectativas eran altas y el resultado me ha parecido insuficiente, me esperaba más. Pero he de confesar que soy tan fan de Fincher que seguiré viendo House of Cards a pesar de todo. Sé que lo puede hacer mejor. Y sé también que el medio televisivo no es lo suyo. Además, según comenta el propio Fincher en una entrevista en el número de febrero de Cinemanía, Netflix ha comprado dos temporadas de la serie. Así que la cancelación no es un temor para ellos. Ni para nosotros. Por eso, porque puede hacer lo que le dé la gana confío en que termine haciéndolo.
Lo mejor de House of Cards es Kevin Spacey. Al principio me recuerda al Kelsey Grammer de Boss, con semejante sed de poder, un hombre sin escrúpulos, con una mujer dominante al lado (me ha gustado mucho Robin Wright a pesar de ciertas frases excesivamente rimbombantes, desde que lo dejó con Sean Penn está más estupenda). Luego se me olvida y pienso en Aaron Sorkin. Los personajes de House of Cards también bailan por los pasillos y hablan y hablan, y van tejiendo sus telas de araña. La ambición desmedida, los excesos, las interrelaciones se presentan vivamente, del tirón. Esto es lo que hay. Si en La red social se echaba de menos el pulso de Fincher frente al potente guión de Sorkin, aquí ocurre tres cuartas de lo mismo. El momentazo en el que se le comunica a este político con aspiraciones que finalmente se queda como está es un encuadre tan clásico como aburrido. Y así hay un buen puñado de ellos. A medida que avanza el episodio me va interesando más. Otro punto a su favor: que el protagonista mire a cámara, que nos hable directamente, que nos vaya adelantando sus jugadas de ajedrez. Eso le quita seriedad a House of Cards, porque busca nuestra complicidad (como vemos en The Office o Parks and Recreation). Otra cosa es que lo consiga.
Lo peor de House of Cards es que se toma demasiado en serio y esto no es El ala Oeste de la Casa Blanca. Tenemos políticos y tenemos periodistas, poderes que se enfrentan y que se alían, cuyas tramas, por momentos, pueden recordar a series tan dispares como The Wire (aunque sólo asistamos a la vida interior, nada de exteriores, sólo en los títulos de crédito) o The Newsroom (aunque aquí no hay crítica real, Obama no es el presidente). Pero el asunto está más que trillado. También me chirría que los personajes se expresen como en una obra teatral, con auténticos eslogans rimbombantes. Para los que han visto la serie británica en la que se basa habrá otros aciertos y defectos, pero para mí que no he visto la original sólo pido más innovación, más riesgo. A Fincher le falta la ambición que le sobra a su personaje protagonista. Al menos el piloto de House of Cards parece haber sido guardado en naftalina. Que Fincher lo sacuda un poco y haga como que le interesa de verdad lo que está contando. Lo estaré esperando.
PD: momentos fashionistas. La mujer de este político le maneja hasta el fondo de armario, insistiéndole un par de veces en que escoja el traje azul de rayas, "ése que te queda tan bien". Cuando él le echa un piropo naif a una posible colega, ella le contesta: "Es un Vera Wang".
1 comentario:
Vaya chasco, yo también tenía grandes expectativas. Le daré una oportunidad, pese a todo
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