En Free Spoilers mi columna de opinión de este mes de Cinemanía hablo de series que no deberían continuar y de otras que, al menos, deberían rematar antes de cancelarlas.
La pregunta que más te repiten cuando te haces un tatuaje es: “¿Te ha dolido?”. De primeras, a nadie le interesa el motivo de tu supuesto sufrimiento, por qué has elegido éste u otro diseño, el tamaño del dibujo, el lugar. Interesa más el cómo que el porqué. Respuesta masiva del observador del tatuaje, ajeno a la inyección de tinta en la piel: “Uf, qué dolor, yo no podría”. Este diálogo lo tuve one-more-time no por el reality L. A. Ink sino mientras barajaba la posibilidad de arramplar con medio Media Markt en su Black Friday. Ya saben, el único día del año –la cadena lo amplió a varias jornadas– en el que casi todo se vende a mitad de precio (la colección completa de Hitchcock en Blu-ray a 70 euros, por ejemplo). Salió a relucir Prison Break y el cuerpo tatuado de su prota Wentworth Miller –del que nunca más supimos–, ya que, de entre las gangas que nuestros ojos iban detectando cual terminators, ésta era la más obviada. “¡Con lo que fue esta serie!”, comentaban erróneamente. Porque tras aquella primera gran temporada –en la que el cuerpo tatuado tenía su lógica y toda la paranoiaventura para escapar de la cárcel–, las tres entregas restantes fueron un absoluto sinsentido. A Prison Break le pasó como a Héroes, como le ocurrirá a Misfits. Series que no mantienen el nivel, que saltan el tiburón varias veces y que, en ocasiones, vemos por inercia (Cómo conocí a vuestra madre). Por eso, ahora encaro las cancelaciones de las series que me gustan con más optimismo. Mejor que acaben 666 Park Avenue con un final digno, como han prometido, que la estiren hasta la tortura. Porque una serie sin rematar, sin conclusión, os lo aseguro, produce muchísimo más dolor que cualquier tatuaje.
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