El restaurante DisTinto o Gastrobar de Madrid (Plaza Santa Ana, al lado del Room Mate) es de tapeo y raciones, en plan modern fusión. Tienen pocas mesas, pero cuando fuimos a comer los camareros y la cocina no daban abasto. Una pena que el servicio fuera tan pésimo. Se olvidaban los platos, el agua que pedimos al comienzo no llegó hasta el final, y a base de insistir, éramos cuatro personas y trajeron pan para tres (y lo cobran). Y es una pena porque todo lo que pedimos estaba bastante bueno, aunque ahora os cuento qué merece la pena y qué no. En cuanto a la bebida, vinos, pocos. Nos pedimos el Ribera del Duero que viene en la carta, muy rico, un Hesvera. En cuanto a la comida: las croquetas de mejillón con curry verde (1,90) fueron un acierto y las bombas de atún son salsa tártara brava (3,60) también. Los huevos rotos mejor compartirlos o que sean plato único. En cuanto a esta especie de nachos con carne, el totopo de cochinita pibil con quenelle de guacamole (4,50) mejor pedir otra cosa (te ponen dos y por ese precio, repetid mejillón).
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De lo mejorcito, el pato laqueado. Muy sabroso. De lo peorcito, las dim sum de solomillo al cabrales. Viene muy bien presentado, con su cesto al vapor, pero entran sólo cuatro piezas y cuesta 13 euros. Un timo. Las bolas verdes y negras son tempura de bacalao (7, recomendable). Y por último, rabo de buey (6,50) ervido como en ropa vieja con espuma de patata pochada en un plato largo y estrecho (muy bueno). Como os comenté al principio, tardan tanto y se olvidaban a menudo de tantas cosas que decidimos irnos a tomar el postre a otro lado. Y eso que nos hubiéramos pedido de buena gana un chocolate que viene en formato Toblerone.
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