
En el segundo episodio de la octava temporada de Mujeres desesperadas, mientras los Scavo siguen focalizando su (tirante) relación en cómo criar a sus hijos y Bree desconfía de su novio detective, Susan busca el castigo provocando incidentes a cada cual más rocambolesco. Todos le fallan hasta que se enfrenta a un policía. La saca de la cárcel Carlos Solís con el que comparte la culpa (por un momento pensé que se iban a enrollar y todo). Mientras, su fontanero decubre perplejo que no es el único macarra de Wisteria Lane: el nuevo irlandés, por el que Renee es capaz de encasquetarse un gorro de ducha para repartir comida a unos ancianos, debe ser lo que se dice fino. ¿Qué pasado oscuro esconderá?

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