29.7.11

Crítica. La víctima perfecta: Hilary Swank pa qué te metes


Sorprende descubrir en La víctima perfecta (The Resident) a Hilary Swank como productora ejecutiva de este invento donde se mezclan el voyeurismo, la obsesión, la culpabilidad y la atracción fatal. La oscarizada actriz es una cirujana, separada de su pareja (Lee Pace), que encuentra un loft ideal por un precio sospechosamente ridículo. El dueño del edificio, un constructor encantador y guapetón (Jeffrey Dean Morgan, el clon yanqui de Javier Bardem), es un zorro con piel de cordero que convertirá a la pobre Swank en la víctima perfecta. Ése es el handicap de este thriller, que no hay sospechosos con los que entrar al trapo. Ni el ex novio ni el abuelo del casero (interpretado por un Christopher Lee en naftalina) son personajes de los que se pueda desconfiar. La Swank sostiene prácticamente toda la película, tan sola como el miedo al aislamiento que nos quieren transmitir (chicas, vivir sola es peligroso, ¡venga ya!) y regalándonos algunos desnudos elegantes, pero gratuitos. (Nueva tendencia: el pijama camiseta mojada, ¿quién se acuesta con el pelo chorreando? Ya ven). Se suceden, entonces, entre ducha y ducha, un sinfín de situaciones inquietantes, ruidos extraños y mirillas que tiemblan, que van in crescendo hasta límites insospechados (y algo vergonzantes). Y encontramos el morbo de este telefilme cuando la doctora, que, por fin, comienza a sentirse vigilada, instala una cámara en su propio piso. ¿Qué mueve a este señor a corretear por entre los muros del edificio, de dónde nace la perversión? Pero, sobre todo, ¿no es mosqueante que no haya más vecinos en el inmueble?

[Crítica publicada en el número de julio de Cinemanía]

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