Veo una nueva serie, no doy abasto: Kath & Kim. Una comedia ligera, con diálogos ingeniosos y situaciones descontroladas. Es lo que tiene la convivencia entre una madre y su hija. Selma Blair es la hija antipática, caprichosa y enmadrá. Regresa a su casa materna (el padre no existe) después de su reciente boda porque se quiere divorciar. Molly Shanon es la madre divertida y vitalista, que acaba de ligar y se pone en forma en casa (es una vigoréxica). Pero la vuelta de su hija le pone en peligro su reciente relación con un vendedor del centro comercial, John Michel Higgins, un actor que siempre me hace reir. El piloto, que es lo único que he visto, incide en la relación de ambas, en lo opuestas que son, pero no sé cómo desarrollarán las siguientes entregas. Que sean dos mujeres las protas atraerá más al género femenino, aunque hay chistes-puya del copón, como brindar por el cambio climático o llamar mexicano a un hindú que pasaba por allí.
Ellas son ignorantes de la vida y como ignorantes que son valoran (la madre) y desprecian (la hija) cosas que cualquier persona inteligente sopesaría y sopesaría con detenimiento. Lo más rocambolesco y tal vez marca de esta serie es su ambientación kitsch y sobrecargada. La casa de la madre está llena de alfombras de cebra y tonos pasteles, la hija va vestida hecha un cuadro, las respectivas parejas trabajan en el único centro comercial que parece haber en este pueblo. Es una serie difícil de continuar. Hablamos de losers, de white trash, de perdedores blancos, como en Rosseanne, pero eso tiene su gracia al principio, luego habrá que ir engordando el guión con buenos chistes o nuevos personajes. No sé si se la cargarán (apuesto un 80% a que sí), pero yo no la seguiré.
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