9.11.24

Escape, el cuadro de Goya y la elección de ir a la cárcel

¿Quién querría que le encerraran de por vida en una celda? Nadie en su sano juicio elegiría la falta de libertad. Aquí varios ejemplos que demuestran lo contrario.


Sin embargo, en la docuserie Luz en la oscuridad (Movistar Plus+), el periodista Carles Porta desgrana el caso de José Carnero, un destilador del pueblo gallego de Sober, que admitió un crimen porque (se cree) quería regresar a prisión, donde vivía mucho mejor que fuera. En la entrega La confesión de O Chucán, compuesta de dos episodios, Porta investiga el asesinato de Pilar Palacios, una joven madre que trabajaba en un club de alterne y que conocía al que sería su futuro asesino pues solía ganarse un dinero acostándose con él. Palacios apareció muerta a golpes en la casa de Carnero, le detuvieron y le encerraron a la espera del juicio. Tres años después, él lo negó todo y, ante la falta de pruebas consistentes y una duda razonable, salió absuelto. En un giro de los acontecimientos, un periodista de La Voz de Galicia le entrevistó al día siguiente, consiguiendo, sin pretenderlo, que Carnero admitiera el crimen, lo que derivó en un nuevo juicio en el que, esta vez sí, fue declarado culpable. En la docuserie se llega a poner en duda su participación en los hechos, pero no había más sospechosos, y el propio Carnero, un tipo solitario, avejentado para su edad y con habituales ataques de epilepsia sin tratar, fue el que facilitó que se le volviera a juzgar (ese mismo sentimiento de culpabilidad, remordimiento o como lo quieras llamar lo arrastra también el prota de la última película de Clint Eastwood, El jurado número 9). Lo que podría reconfirmar que sentía que vivía mejor dentro que fuera es que en 2019, una vez puesto en libertad tras cumplir su pena, cometió otro delito por el que volvió a prisión donde continúa hoy día. 


En el caso de Escape, la película producida por Martin Scorsese, el protagonista interpretado ferozmente por Mario Casas no ha hecho nada malo. ¿Qué tiene que hacer un hombre honrado para que lo metan en la cárcel?, pregunta su pertinente eslogan. N. es un tipo aislado que solo parece sentirse cómodo con su hermana (una socarrona Anna Castillo) y que, sin nada mejor que hacer que escuchar los cantos de sirena de sus auriculares descubre que la mejor burbuja posible se encuentra encerrado entre cuatro paredes. Con una mente obsesivo compulsiva hará todo lo posible porque un "implacable" juez (pobre Pepe Sacristán desatado ante semejante desfachatez berlanguiana) le encierre de por vida. N. es como el Arturo Valls de Mala persona, intentando ser lo peor para provocar el rechazo de los que le rodean y conseguir que le dejen en paz ahora que le han diagnosticado una enfermedad terminal. N. es como el Michael Scofield de Prison Break robando un banco para reencontrarse entre rejas con su hermano condenado a la pena capital y así poder escapar juntos. N. es como Jim Carrey en Phillip Morris… ¡te quiero! cuando persigue al amor de su vida (Ewan McGregor) aunque sea en prisión. La diferencia con N. es que este no tiene a nadie con el que justificar su insólita decisión. N. lo hace por él mismo, porque odia vivir en sociedad, porque no quiere obligaciones sino que se lo den todo hecho. Cama, tres comidas y poco más. No quiere decidir. Es difícil pillarle el tono a Escape, pues salta de la comedia surrealista (con cameo incluido de los Todopoderosos) al drama filosófico (ay ese cuadro de Goya, ese perro que mira a los supuestos pájaros que ya no puede escuchar N. visto en el despacho del estereotipado director de la cárcel Juanjo Puigcorbé). Me intriga el por qué (N. rumia su trauma, claro) y el cómo de su decisión (ser encerrado), luego una vez dentro la intención inicial se desdibuja y me interesan menos las consecuencias (el mariconeo, el motín…, se salva la relación con el guardia, Blanca Portillo, el baile). Más sobre Escape.


Todo lo contrario con la secuela de El Hoyo (Netflix), que traigo aquí a colación porque también trata sobre una persona (en este caso, una mujer, Milena Smit) que quiere que ser encerrada de forma voluntaria, pero por un tiempo determinado de aislamiento. Lo que le espera es el horror extremo (un disparate en su mayor parte con extra de gore innecesario) y también (qué casualidad) el mismo cuadro de Goya (El perro o perro semihundido) que aparece en la película Escape. En El Hoyo 2, el lienzo le sirve a la protagonista para fingir su muerte (se lo come) y poder “escapar”. Más sobre El Hoyo 2.

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