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El vestido y los zapatos son un personaje más en Cenicienta, con Lily James. |
Suenan unas campanitas en la película
Cenicienta (Cinderella) y creo estar dentro de
Downton Abbey. En esta ocasión, al revés. Cenicienta es
Lily James, allí Lady Rose, alta alcurnia;
Sophie McShera es de sus malvadas hermanastras, allí la ayudante de la cocinera, Daisy.
Kenneth Branagh ha dirigido la Cenicienta más clásica posible, la del cuento, la Cenicienta dulce, que canta, que habla con los animalillos, que es pureza y bondad absoluta. El karma de la madre de Cenicienta es su aliento en la vida: sé buena y sé generosa, y lo conseguirás todo. Cualquier otra mujer no hubiera aguantado lo que soporta la pobre, pero en Cenicienta hasta la maldad parece bella. Gracias, especialmente, a
Cate Blanchett que, sin artificios, sólo con un impecable vestuario y maquillaje, y unos ademanes de absoluta señora, soberbia, borda su personaje de madrastra de cuento. La Blanchett demuestra que cuando es buena es buena, pero cuando es mala, es mucho mejor. Branagh consigue ofrecerle unas cuantas secuencias para su lucimiento personal, incluyendo esa última toma desde las escaleras en la despedida a la protagonista, inspiración
Norma Desmond. Hasta la mala es una mala clásica, de las del Hollywood dorado. Me falta, tal vez, un punto más cómico (ya sé que
no es Rapunzel), aunque prefiero a este Branagh antes que al
Tim Burton, de Alicia en el País de las Maravillas, por poner un ejemplo. Hasta Branagh, ex de
Helena Bonham Carter, antes de que ésta se conviertese en ex de Burton, sabe sacarle todo su provecho a la actriz en el papel de Hada Madrina. Su aparición es breve, pero perfecta. El resto de personajes cumple sin más con su cometido, y es en la pareja Lily James y
Richard Madden, con ese físico tan cercano al ideal Disney, donde recae todo el peso de la película. La Cenicienta de Kenneth Branagh es la película con personas reales que, tal vez, le hubiera encantado hacer al propio
Walt Disney. Lo mejor: la Blanchett, el vestuario, los efectos especiales del Hada Madrina, la apoteósica escena del baile con ese vestido, esos zapatos hechos de cristales Swaroski, la belleza y buen rollo que se respira. Lo peor: que puede resultar muy convencional para el espectador que busque alguna vuelta de tuerca al cuento.
Especial Cenicientas del cine.
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De amarillo, Sophie McShera, la cocinera Daisy en Downton Abbey. Cate Blanchett, malísima madrastra. De rosa Holliday Grainger, de Los Borgia. |
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1 comentario:
Definitivamente La Cenicienta fue un estreno muy esperado, la última adaptación de un clásico Disney con actores de carne y hueso es una obra preciosista que merece que la veamos. Sólo por su dirección artística, sus decorados y su maravilloso vestuario creado por Sandy Powell ya vale la pena invertir en esta pequeña joya que, a pesar de ser bastante fiel a la versión animada de 1950, incluye varios giros para hacerla atractiva para el público del 2015, además, no me dejaran mentir; las más grandes volverán a sentir la magia que cuando pequeñas les hizo pasar esta clásica y maravillosa historia que todos conocemos.
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