El larguísimo título de esta comedia familiar –Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horroroso– hace referencia, efectivamente, al peor de los días para la familia de Alexander, el típico niño gafe al que todo le sale mal y que, en la mayoría de las ocasiones, se siente el último mono, marginado por su propio clan. Una especie de ¡Jó, qué noche! sin su sofisticación, pero con toda la celeridad que acarrean esas incomprensibles situaciones provocadas por “la mala suerte”. Real o no –¿y si el cenizo se lo pasas a otro?: Disney está muy presente con esos toques de magia y moralejas varias–, Miguel Arteta nos mete en un enredo colosal sin tregua, desde primera hora de la mañana hasta la noche, con escenas no siempre originales y muchas veces absurdas, pero que funcionan, especialmente, si la idea es pasar una tarde entretenida (y palomitera) con tus hijos o tus sobrinos. Como ocurriera con Convención en Cedar Rapids (2011), Arteta se apoya en la interpretación de su protagonista (allí Ed Helms, aquí Steve Carell) pero añadiendo un potente reparto coral en el que, además del siempre divertido y “superado por las circunstancias” Carell –envuelto en otra Noche loca, aunque en vez de Tina Fey con una workaholic Jennifer Garner– encontramos a jóvenes actores con proyección de futuro, como Dylan Minnette, Bella Thorne y, especialmente, Kerris Dorsey, la hija de Ray Donovan, aquí demostrando sus dotes para la comedia pura y dura. Vía.
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