Cuando le dieron el Globo de Oro (ya finiquitados los ocho únicos episodios de la primera temporada en EE UU), me obligué a continuarla. Volví a ver el piloto y cada noche, desde hace ocho días, religiosamente me he tragado casi una hora de este Boss llamado Tom Kane. No he variado en mucho mi opinión. Boss me cansa y hay escenas enteras de las que habría prescindido, pero luego tiene sus golpes de efecto a Los Soprano, porque Tom Kane, no lo olvidemos, es un alcalde corrupto y sanguinario, un criminal. Que si te rebano unas orejas a modo de venganza, que si me gusta mirar cómo se lo montan dos tías (los despelotes y folleteos gratuitos suelen concentrarse en los episodios dirigidos por Mario Van Peebles, ahí lo dejo), que si me drogo porque me estoy muriendo poco a poco y no puedo hacer nada más. Drogas, sexo y política. Eso es Boss.
Eso y los fantasmas del protagonista. Los momentos más enormes como personaje los tiene Tom Kane cuando pierde la consciencia, cuando ve fantasmas de lo que le gustaría que pasara, cuando es ayudado en su imaginación por los que realmente le dan la espalda. Tom Kane está solo, como un toro en una plaza. Manso, espera la ofensiva (aunque parezca lo contrario), y se defiende más que atacar. El Chicago en el que transcurre la trama me recuerda por momentos al Atlantic City de Boardwalk Empire. Hay un jefe y este jefe apoya a un joven candidato (Jeff Hephner) y ese joven candidato es más ambicioso de lo que el jefe esperaba. Boss habla de los entresijos políticos, del poder que corrompe. Habla de lo de siempre y el error es que parece que no pasa nada. La historia ya me la sé y cuando el guión me sorprende me falla la forma de contarlo.
Me interesa el periodista (Troy Garity) que intenta derrotar al gigante a través de un blog porque es la única manera hoy en día. O esa mujer fría y distante (Connie Nielsen), a la que el feroz Tom Kane le produce lástima. Son las mujeres del Boss, en la mayoría de las ocasiones, las verdaderas jefas. La mujer del Boss, incluso peor que él en sus argucias políticas. La hija de Boss (Hannah Ware), ex yonqui y confusa, entre la pasión con un negro marginado del barrio y sus votos religiosos. La ayudante del Boss (Kathleen Robertson), una especie de robot, con sus gafas nerd, que oculta bajo su grisáceo traje de chaqueta un cuerpo explosivo, dispuesto a ceder. La doctora del Boss... La cuidadora del suegro del Boss en estado vegetal... Y, sin embargo, uno de los personajes con el que más he empatizado porque creo que es el que está mejor construido, pasa casi desapercibido, sin mucha historia que rascar (nada sabemos de él): la mano derecha del Boss, interpretado por Martin Donovan. ¿O era un fantasma?
6 comentarios:
Boss fue renovada por una segunda temporada, antes incluso de estrenarse la primera:
http://www.pizquita.com/noticia24670.html
Me ocurre como a ti, me aburre en ocasiones, hay escenas innecesariamente densas, pretenciosas y todo lo bueno que tiene, que es mucho, no sé si me compensa para continuar con ella, eso sí, los golpes de efecto del penúltimo capítulo me dejaron en shock.
a mí el último, cuando es la guerra absoluta contra todo y contra todos.
Yo creo que exageras un poco.Hombre,tiene momentos algo aburridos,pero igual que otras series.A mí me pasa lo que dices con Homeland.Hay momentos en que me cuesta verla de un tirón y los capítulos se me hacen largos.Es buena,pero con altibajos.Igual el problema es que las series de cable son demasiado largas.
A mi, sin embargo, Homeland no me parece nada aburrida. Todos los personajes en algun momento aportan accion a la trama. Rubicón o The Killing son lentas, pero me gustan. No me refiero a lentitud como tono de la serie, sino a lentitud aburrimiento. En Boss se echan unas charlas tipo Hamlet que sobran, están muy vistas.
¡Mario Van Peebles, el Ayatolah del Rock'n Roll! No sabía que hubiese dirigido varios episodios, y mirando en imdb veo que ha dirigido incluso de Lost y Sons of Anarchy.
sí, sí, de El sargento de hierro a la televisión droga dura! :)
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