14.1.20

Castelo Branco, capital del bordado artesanal

Este es el reportaje que me han publicado en la revista Autoclub Mutua (63) del viaje que hice a Castelo Branco, en Portugal, en 2019. Un texto en el que desarrollo por qué es la capital del bordado artesanal. Visitamos varios museos, recorrimos sus calles, vimos un desfile, comimos maravillosamente y paseamos por uno de los jardines más impresionantes en el que estado.

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Dejando atrás el punto más alto de Castelo Branco, el castillo templario, hoy en ruinas, del que toma su nombre –castillo blanco–, recorremos la estrecha y empinada ‘rua dos peleteiros’, la calle donde los antiguos peleteros ejercían su oficio, hoy parte de la llamada ‘ruta quinientista’, que recorre esta ciudad trufada de pequeños ateliers de confección propia, con puertas y ventanas decoradas, mostrando la riqueza de los comerciantes que vivían en ellas. Poco se sabe de la llamada “capital de la Beira Baixa” antes de la llegada de los templarios. Se cree que fue fundada en el siglo XIII por los Caballeros del Templo que habrían levantado el castillo y sus murallas. Asediada durante siglos, recibiría de la Corona el título de villa notable, se construirían dos relevantes iglesias –la Misericordia y la iglesia de San Miguel, actual Catedral– y se convertiría en la sede de una diócesis: su Palacio Episcopal (Paço Episcopal) y su jardín barroco son dos de los lugares imperdibles para el visitante.

La localidad portuguesa vive un ritmo de crecimiento que contrasta con la tranquilidad del entorno rural en el que se encuentra. El río Tajo fluye al sur, limitando con la frontera española, una reserva natural y su impresionante cañón, en cuyas laderas anidan todo tipo de aves rapaces. Y, al mismo tiempo, no ha perdido su sello personal, respetando una tradición que se aprecia en su arquitectura, con fachadas e iglesias del siglo XVI; su gastronomía local –las migas de bacalao, la sopa de boda, sus embutidos, quesos y vinos…– y, especialmente, su herencia en el arte del bordado, con auténticas piezas de colección cosidas en seda y lino de manera artesanal a lo largo de los siglos.

Se cree, gracias a algunos trajes de la época, que el periodo más fructífero en la fabricación de bordados tuvo lugar durante el siglo XVIII. Tras un período de decadencia en el XIX, el bordado resurgió a principios del XX en la región de Castelo Branco. Se apunta, en concreto, a un juego de colchas de lino bordadas en seda que Maria da Piedade Mendes había heredado de su familia y que sirvió de modelo de futuras creaciones.

Símbolos de la ciudad
Para poner en valor estos patrones únicos abrió sus puertas el Centro de Interpretación del Bordado de Castelo Branco, desde el que se pretende contribuir a la recuperación e innovación de esta original expresión artística. Empezando por los entresijos del proceso de producción del lino y de la seda: son los hilos de seda los que proporcionan la intensidad de los colores y de la luz en los bordados cosidos a punto ancho en una base de lino crudo hecho a mano. También se ahonda en la ocurrente simbología de sus motivos, desde el árbol de la vida, a pájaros, corazones, flores…, siempre con un cierto toque exótico.

Estos dibujos han traspasado las telas para erigirse como parte fundamental de las calles, donde aparecen en edificios y puertas, convertidos en símbolos de la ciudad. El Centro de Interpretación también analiza la evolución entre el bordado tradicional y el confeccionado por diseñadores actuales. Lo que no ha cambiado es su compleja elaboración: hoy en día se siguen produciendo con igual mimo estas delicadas obras, que requieren de mucho esfuerzo e inversión de tiempo.

Una muestra de ello se puede ver en los desfiles organizados en la Fábrica de Creatividad (Fábrica da Criatividade) –un espacio de coworking, con sala de exposiciones, biblioteca y auditorio–, durante los cuales se exponen las prendas y accesorios con el distintivo bordado de Castelo Branco, tanto de famosos diseñadores invitados –como lo fueron en la última edición Carlos Gil o Julio Torcato–, como de los alumnos de diseño de moda de la Escuela de Artes Aplicadas (Escola Superior de Artes Aplicadas), ganadores del concurso de bordado que se organiza cada año en la ciudad.

El centro también alberga un taller-escuela, en el que los mejores artesanos rematan algunas de estas composiciones de estilo tan peculiar, cuyo origen artístico expresa la existencia de un arte propio, y de relevante significado económico para la zona, pues es en este distrito del país vecino donde se concentra la mayor parte de la producción.

Ruta de los museos
Un recorrido a medida para los que estén interesados en los detalles de este singular bordado se puede realizar a través de los museos de Castelo Branco. En el Museo de Francisco Tavares Proença Júnior, fundado en 1910, se concentran los hitos en la historia de este arte, con una significativa muestra de colchas de seda de la colección Vilhena, junto a representaciones de arte antiguo del Palacio Episcopal, ornamentos litúrgicos, tapices del siglo XVI y diversas obras de arte contemporáneo.

Francisco Tavares Proença Júnior (Lisboa, 1883-Suiza, 1916), se trasladó a Castelo Branco muy pronto, estudió en Inglaterra, donde se interesó por los museos y la arqueología, y centró su corta vida (frágil de salud siempre, murió a los 33 años), en abrir un museo en la región. Su objetivo, como lo era ya entonces, es el de estudiar y preservar las tradicionales técnicas de lino y seda, bordados en vestimenta litúrgica, además de colchas de clara inspiración oriental. En la planta baja del edificio se encuentran las piezas arqueológicas, con exposiciones temporales del arte textil, el arte sacro, la etnografía y mobiliario relacionado con la cultura regional. El museo está alojado en el Palacio Episcopal construido en 1596 por el obispo Nuno de Noronha. Alberga además la biblioteca Fernando de Almeida, especializada en arqueología e historia del arte, y una escuela de confección de colchas con venta al público.

Como parte de la fabricación, ha tenido relevancia el cultivo del lino, típico de esta región en la que, además, las resistentes moreras han permitido la cría de gusanos de seda a gran escala. El Museo de la Seda fue creado para dar a conocer al público la historia de la producción de este material en Portugal. El centro se divide en cinco salas, en las que el visitante descubre desde el ciclo de la vida del gusano de seda a las técnicas tradicionales para producir capullos y la tecnología más vanguardista aplicada a la medicina. Un itinerario que arranca con la ruta de la seda y la sericultura (cría del gusano) en la Beira Interior, y que continúa con diferentes recreaciones sobre su producción: del gusano al hilo, del hilo al tejido y del tejido al producto final.

Como colofón para una jornada de museos, una excelente forma de acabar este itinerario es visitar el Museo Textil (Museu dos Texteis), que da a conocer el patrimonio industrial y técnico del sector en Castelo Branco. Dentro de un un enorme edificio, perteneciente a una antigua empresa de lana que fue rehabilitado por el Ayuntamiento, el operario pone en marcha una serie de enormes máquinas, que muestran las diferentes fases de producción relacionadas con el cardado y el hilado, y la evolución de las técnicas a lo largo del tiempo. Parada imprescindible como parte del reconocimiento al emprendimiento textil de la región.

Un paraíso ajardinado
Además de ser el principal exponente del bordado en el país, Castelo Branco puede presumir de contar con uno de los enclaves más originales del barroco en Portugal. El espléndido Jardín del Palacio Episcopal (Jardim do Paço Episcopal), que bien podría servir de inspiración de los diseños de elementos naturalistas de la región, es lo más parecido al paraíso en la Tierra. Los juegos del agua, únicos en Europa, son similares a los creados por los árabes y los romanos, controlados por un complejo sistema hidráulico.

El jardín barroco, trazados en el siglo XVIII por el obispo João de Mendonça, invita a contemplar con tranquilidad sus cuatro zonas: la entrada, los setos de boj, el jardín inundado y el plano superior. Entre los arbustos se encuentran varias estatuas de granito de apóstoles, reyes y bestias; se reflejan las cuatro partes del mundo conocido, hay espacio para los signos del zodiaco, el ciclo de las estaciones y los meses del año… Algunas de las claves de este peculiar oasis, la joya de la corona de la ciudad, muestran el carácter efímero de la vida. Debajo de la pequeña cascada hay un gran lago, y en la entrada a los jardines una serie de paneles de azulejos con imágenes de los fundadores y representaciones del castillo con la ciudad medieval. Una de las muchas razones para enamorarse de esta ciudad.

Centro artístico emergente
En 2013 abrió sus puertas el Centro de Cultura Contemporânea de Castelo Branco (CCCCB) que se ha convertido en el símbolo vanguardista de la ciudad. Su objetivo es promover y difundir la cultura contemporánea y estimular la creación artística entre las generaciones más jóvenes. El espectacular edificio de cuatro plantas, hueco y recubierto de metal y madera, fue diseñado por el arquitecto catalán Josep Lluis Mateo, en colaboración con el arquitecto portugués Carlos Reis de Figueiredo. Ubicado en el centro, es punto de encuentro y ocio, ya que muy cerca de aquí se encuentran el cine teatro Avenida y la Biblioteca Municipal. En su interior, además de exposiciones, alberga un auditorio equipado con un sistema acústico de última generación creado por el catalán Higini Arau.

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