18.11.18

Opinión. Bodyguard, romance trepidante con la política de fondo

Como la tendencia es alargar las series que funcionan o dosificar la acción cuando se trata de una ficción política, Bodyguard llega para tomar el relevo de 24 y ofrecer una extraña combinación entre thriller político e historia de pasión entre empleado y jefa.


Leer El guardaespaldas me remite sin piedad a Kevin Costner defendiéndole las cuerdas vocales a Whitney Houston. Borrado de mi cabeza y sin ver tan siquiera el tráiler de Bodyguard (cosa que desaconsejo desde ya), entré de lleno en la miniserie de BBC sin darme cuenta. El olfato y la mentalidad fría del nuevo guardaespaldas de la secretaria de interior (Sophie Rundle, Peaky Blinders) sirve de contrapeso para la apabullante acción que le espera al espectador. Desde el primer momento confiamos en David Budd, interpretado por un estoico Richard Madden (Juego de tronos), porque le vemos actuar en un atentado terrorista con absoluta frialdad y entereza. Si fuéramos esa mujer no querríamos tener a otro para salvarnos la vida llegado el caso. Y si además le metemos con nosotras bajo las sábanas, mejor que mejor. Dosis de morbo asegurado.

Pero, una vez conocida la pareja, hay mucho más. La acción trepidante y la tensión (en cada episodio nos regalan una secuencia de aceleración) se mezcla con una historia de amor intensa y con una intrahistoria que es el enganche final a la miniserie, pues ni la política es tan sincera como aparenta ni al guardaespaldas le mueven unas motivaciones tan transparentes. Política, terrorismo de Estado, atentados, enemigos en casa, espionaje, asesinatos, sospechosos, infiltrados… todo es un cóctel molotov que en manos del creador Jed Mercurio (Line of Duty) se transforma en una miniserie que nos va interesando de forma incondicional más a medida que avanza. Todos parecen sospechosos, y me pasa que cuando el actor es conocido, parece que me estén dando pistas, como con Vincent Franklin (Cucumber), Gina McKee (Los Borgia) o Paul Ready (The Terror).

El pero, porque lo hay, es la ruptura abrupta a mitad de la miniserie, cuando el romance da paso a un thriller político a secas, donde David se convierte en el único protagonista y asistimos a una nueva versión de El fugitivo. No digo que me guste menos, pero no me lo esperaba, algo que, por otra parte, resulta de lo más provocador. El cuarto episodio es otra serie y habrá espectadores a los que les cueste entrar "de nuevo" en la historia. A mí el quinto episodio me sobra, y es en el sexto cuando todo termina por encajar. Nos gusta aún más David, estamos con él, nos hace sentir seguros y fuertes a pesar de que emocionalmente sea un desequilibrado. Y da la sensación de que si no fuera por individuos así estaríamos perdidos, enredados en politiqueos, chivos expiatorios y una maraña de sinsentidos, base muchas veces de la corruptela política. Una de las miniseries del año por su vibrante puesta en escena, un contenido (a pesar de las circunstancias) Richard Madden y el puñetazo a los aparentemente inapelables malabares políticos.



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