14.4.17

Big Little Lies: mentiras arriesgadas

(opinión de Big Little Lies, con Reese Witherspoon, Nicole Kidman y Shailene Woodley)


En Otter Bay, nadie sabe nada sobre nadie. Tampoco el espectador. Big Little Lies propone una Mujeres desesperadas frente al mar. Mujeres protagonistas que sonríen, mientras de puertas adentro viven otra realidad, más dura. Quién se merece morir; quién podría ser el asesino, te preguntas en un inicio. Big Little Lies esconde el asesinato de alguien a manos de alguien. Hasta el último episodio no lo desvela. Puede que sea un macguffin, pero a mí me interesa.

La serie, entonces, expone a estas tres mujeres para que el espectador las entienda o/y las juzgue. Mujeres que tienen en común ser madres – las tres conducen sus coches (sus vidas) con sus hijos en la parte de atrás, como una mochila– de ahí que resulte bastante repetitivo pasar de las vistas al mar con una copa de vino a la recogida de los niños, como si el colegio fuera su único punto de cohexión.

Como en The Slap, donde el bofetón de un adulto a un niño iniciaba la desconfianza entre unos y otros, en Big Little Lies es la acusación de una niña pequeña de bullying. Los padres, entonces, sobreprotectores de sus hijos, sacan las uñas, mostrando quiénes son en realidad en muchos aspectos, lo que me recuerda también a Un dios salvaje.

Viven en casoplones, con sus chimeneas frente al mar, piscinas iluminadas y fiestas en las que se disfrazan de Elvis y Audrey Hepburn, pero esto (haber visto Hamilton varias veces o aceptar una invitación a una cata de vino de una pareja gay) no es lo que les diferencia del resto (de, por ejemplo, la joven madre soltera y más humilde). Esta gente que lo tiene todo está resentida, y, en ocasiones, perturbada. “Todas queréis ser la envidia de vuestras amigas, pero dios os libre de llegar demasiado lejos”, dice el marido de Laura Dern. Temas como el maltrato, la sobreprotección de los niños, la maternidad, el paso del tiempo, la independencia de los hijos, la pérdida de la virginidad, la envidia… son tratados a lo largo de toda la temporada con varias subtramas que acaban cruzándose al final.

Reconozco que me vi todos los episodios del tirón cuando HBO me dio la posibilidad de hacerlo antes de su estreno, excepto el último, que no estuvo disponible hasta su emisión normal. Durante varias semanas estuve con la inquietud por saber quién era el asesino/la asesina (la víctima estaba clara). No he leído el libro y esperaba, en cualquier caso, que, si lo necesitaba, se distanciara de la obra de alguna manera para darle cierta originalidad.

Muchos de los que vieron la serie episodio a episodio comentaban todas sus virtudes, pero viéndola del tirón como yo hice, todo me resultaba, insisto, repetitivo. Big Little Lies podría haber sido perfectamente una película. No hace falta que veamos a un tío maltratar a su mujer en cada episodio para saber que es un maltratador y que no va a cambiar. Tampoco es necesario que la chica a la que un tío violó recuerde insistentemente la escena (intuimos que en algún momento sabremos quién era él). Y, lo peor de todo, esa queen bee de la pandilla, repelente cada vez que abre la boca, cotilla, pues un tanto de lo mismo, fue la que más me sobró de todo. Lo mismo me ocurrió con los “testimonios” de los asistentes a la fiesta donde se comete el asesinato: me interesaban cero porque no descubrían nada.

Confirman que habrá una segunda temporada, y seguramente la vea, pero Big Little Lies no me parece una serie excepcional ni mucho menos. Si de algo puede presumir es de su elenco, pero igual que puede interesar contemplar a estas actrices en estos papeles, también es cierto que me cuesta ver (y creerme) a los personajes que interpretan (vamos, que no es American Crime). 

(con spoilers del final: quién es el asesino y la víctima en Big Little Lies)

Sexo y mentiras (pero no hay cintas de vídeo). Llama la atención en Big Little Lies la falsa apariencia de libertad sexual que se respira en la serie. Cualquiera pensaría que es valiente al exponer sexo sin más miramientos, con esos actores de renombre (Nicole Kidman y Alexander Skarsgård masturbándose a través de Skype o él haciéndole un cunnilingus en la ducha). Pero el sexo que se ve en la serie, la mayor parte, es sexo chungo con mujeres de las que abusa. Como si el sexo fuera algo feo y sucio. Es cierto que la serie puede ser necesaria porque reflexiona sobre temas con los que estamos especialmente sensibilizados –violencia machista y bullying en el colegio–, pero, según la historia, y aunque pretenda mostrarnos que “la culpa” es de una sociedad sin valores, todo se reduce a un tipo maltratador que violó a una chica y maltrata a su mujer, y cuyo hijo hace bullying en el colegio porque lo ha visto en casa. Big Little Lies parece muy Big pero es muy Little si te paras a analizarla como serial. Que la cotilla/envidiosa/insatisfecha que no pasa ni una porque va de mujer perfecta sea la que le es infiel a su marido pues es algo que se veía venir también: hipocresía a raudales. Si la víctima es el maltratador (como te anima la serie a creer desde el principio porque no se puede ser más hijoputa), piensas que su asesina podrá ser su propia mujer o la joven a la que violó (algo que se descubre al final). La joven violada sueña que dispara a su violador. Y, finalmente, es otra mujer del grupo (pero ninguna de las protas) la que lo empuja escaleras abajo y lo mata, tras un rifirafe con su mujer y sus amigas en medio de la fiesta. ¿La moraleja? Eliminar el mal es la única solución. Todas callan entonces, pero la mujer no denuncia los malos tratos ni la violación. Ellas se miran y tapan la mierda ante la policía. Esas mujeres que se han odiado en mayor o menor medida, se alían contra el macho maltratador. Pero ahí no termina la serie. Tras el funeral, sale el sol, las madres y sus hijos juegan en la playa. Porque Big Little Lies es una serie de madres que protegen a su hijos, pero no se saben proteger a sí mismas. Cada mujer, luego, se abraza a su hombre, a ese hombre que la ama incondicionalmente, no como aquel hijoputa maltratador. 

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