25.11.13

Se acabó Breaking Bad, y ahora ¿qué vemos?

Se acabó Walter White, Heisenberg, Los Pollos Hermanos, Marie y su obsesión por el morado, la cerveza de Hank y el español robótico de Gus Fring. Se acabó Breaking Bad y nos sentimos huérfanos, esperando a que Vince Gilligan se saque otro as de la manga, nos vuelva a sorprender. Estamos vendidos. David Chase, creador de la insuperable Los Soprano, aún no se ha asomado a la parrilla y ya han pasado seis largos años sin Tony.


Estamos saturados de series, sí, pero de malas series, de proyectos que no cuajan; ávidos de pilotos de ésos que te animan a escribir en el blog un par de segundos después de verlos, con cierta ansiedad, creyendo haber encontrado el santo grial catódico. Antes sembraba la semilla seriéfila en solitario HBO, hoy –con las apuestas de FX, AMC y compitiendo en el ring hasta la británica BBC– hay tortas por llevarse un Globo a casa.

The Americans, sí. The Bridge, también. Ray Donovan, fantástica. Qué vamos a decir de Masters of Sex. Qué pequeña joya es What Remains… Suma y sigue. Haberlas haylas, pero cuando llego a casa me enchufo a Oz, la serie carcelaria creada por Tom Fontana ¡en 1997! O me da por revisionar los pilotos de Twin Peaks o A dos metros bajo tierra. Me descubro hipnotizada mirando el pack en dvd de El ala Oeste de la Casa Blanca o el de Friends. ¿Y si recupero el final de Battlestar Galactica

En las últimas semanas me debato entre descubrir nuevas propuestas (DOCENAS de ellas, demasiadas) o aferrarme al pasado, con aquellas series que sé que no me van a defraudar. Hemos pasado de la diversión a la necesidad, del autocontrol a la hiperactividad. “Ojalá no me guste”, me oigo decir, paradójicamente, viendo un nuevo piloto. De locos.

[Columna de opinión publicada en Cinemanía noviembre 2013]

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