22.8.11

Restaurante Santo by Martin Berasategui en Sevilla, así es el menú degustación


El problema de ir a un restaurante de lujo, con estrella Michelín, es que vas con la mosca detrás de la oreja. Sabes que te van a clavar y subes el listón muy alto. Te vuelves exigente y no es para menos. Lo que en cualquier otro restaurante te parece una mera torpeza, en este tipo de locales te pone en guardia. No es lo mismo ir invitada a Ramón Freixa, como me pasó hace poco, que pagar tus casi 100 euros por un menú degustación (85 más bebidas). El restaurante Santo de Martin Berasategui (web oficial), dentro del hotel Eme de Sevilla, me sorprendió por algunos detalles cutres que le quitan el poderío que le quieren dar. Por ejemplo, que la persona que nos sirve el vino lo haga aún teniendo la copa sin empezar, rellenándola y provocando que se derramara sobre el mantel. O que la persona que nos dio la bienvenida con la carta de vinos en la mano no tuviera ni idea de vinos. Que algunos ingredientes de los platos no te gusten es tu problema (pagas por un menú cerrado y sabes lo que hay), pero que las personas que te atienden sean torpes no es de recibo. O que tengas varios ojos mirándote para quitarte el plato en cuanto lo acabas produce tensión y cachondeo, la verdad. Un ejemplo del ambiente: fui al baño, me sorprendió ver cepillos de dientes, qué buena idea, me dije, y qué pijada. Al salir escuché a los de la cocina gritando con los camareros... No sé, ir a un local en el que parece que te miran por encima del hombro y luego resulta que todo es fachada, pues como que no. En cuanto al trato y al ambiente, muy poco glamuroso, la verdad.

La comida es otro punto y aparte. El menú constaba de seis platos y dos postres. Todos con sus cambios de platos y cubiertos, a cada cual con más diseño. He de confesar que nos atiborramos a pan. Eso, para mí, es mala señal. Aún así nos quedamos con hambre. Son platos sin mucha consistencia, cuyos ingredientes no eran de mis preferidos. Por ejemplo, arriba del todo podeis ver el primer plato, milhojas caramelizadas de foie, anguila ahumada, cebolleta fresca y manzana ácida. Estaba riquísimo. Olvidas la anguila con el fuerte sabor del foie. El segundo: ensalada tibia de tuétanos de verdura con marisco, jugo yodado y crema de lechuga de caserío. A mí no me gustó mucho, ya que la ensalada con marisco no es una de mis debilidades.

Tercer plato: huevo de corral a baja temperatura, cremoso, y crujiente de apio-nabo y lascas de foie. De nuevo el foie, que es lo que le da sabor, y más pan para mojar en la yema. Estaba rico, aunque con las prisas entre plato y plato no degustas bien todos los sabores.

Cuarto: perlitas de hinojo en crudo, en risotto y emulsionado. El peor de todos los platos. Si en el resto de experimentos te lanzas a la aventura, en platos como éste piensas que te están tomando el pelo. El arroz cabría en una cuchara y el resto no sabes lo que es.

Detalle del cuchillo, con una mosca.

Quinto: chipirones en su tinta con pochas y perejil. Éste no lo comí, no me gusta.

Sexto: pichón hecho en asador trigo silvestre y compota de cerezas. Pero como a ninguno de la mesa nos gustaba lo pudimos cambiar por una carne fileteada con patata. Cruda, pero rica.

Primer postre: Ganache tierna de chocolate, crema de jengibre y velo de Amaretto. Como un yogur de chocolate, bueno.

Segundo: yogur natural casero, mermelada de mango-pasión, granizado de vainilla y helado. Este postre era una bomba. Yo no me lo acabé, demasiado yogur y muy ácido.

2 comentarios:

Zifra (José Ra) dijo...

Estoy de acuerdo con casi todo lo que dices.

No se merece una estrella michelín. La comida está MUY buena, pero el servicio está descoordinado. Las copas de vino siempre vacías. No hay un aperitivo mientras se escoge (aceitunas o similar) Los postres, de calidad media. El maitre se pasó toda la comida intentando ligar con dos chicas y tenía todas las mesas desatendidas. El sumiller era un chaval sin demasiados conocimientos (o quizás es que el que se encargó del vino no era el sumiller). en resumen, buena comida, pero indigno de lo que te cobran y los honores que posee. Caro para lo que te dan.

Mariló García dijo...

Sí es una pena que en la mayoría de restaurantes de alto nivel el servicio sea directamente una pena. Pero ya lo del maitre intentando ligar me parece de una poca verguenza tremenda.