3.9.07

Un homenaje a Studio 60

Me he enganchado tarde a Studio 60. Los primeros episodios no lograron llamar mi atención, pero este fin de semana he conseguido verme de una tacada los 22 y terminarla. No voy a hablar aquí de si Studio 60 debería de seguir o no en antena (la serie de Aaron Sorkin fue cancelada y algunos quisieron salvarla a través de una campaña). Todas las razones para que continúe las han recopilado seguidores leales como SerialKiller que se ha encargado de irnos dando pildoritas desde mayo, hasta conformar todo un tratado de Studio 60 digno de leer una vez terminada la serie.

¿Y qué fue lo que me ha enganchado finalmente?, me he preguntado. Pues la relación de los personajes a nivel emocional (todos sufren por amor) y la profesional (ver Studio 60 es como aprenderse el Arte de la guerra). Me he dado cuenta de que toda la palabrería interna del estudio, el ataque a la política yanki y el planteamiento histórico de lo que significa ser un cómico con libertad en televisión me empachaba. Hay momentos completamente sublimes, como el homenaje a Nueva Orleans y el rescate del soldado secuestrado por Al Qaeda, pero me quedo con escenas tan mundanas como la de la azotea, cuando se quedan encerrados una embarazada Amanda Peet y un elegante Bradley Whitford, (¡ o esa pedida de mano al borde del abismo!) del que me he enamorado perdidamente (no sólo Matthew Perry me hace sonreir).

El trío protagonista (o cuarteto, algo así como Los Productores de la tele) tiene poder y ese poder seduce, a nosotros y entre ellos mismos. Y cómo mueven los hilos para que el programa funcione es de auténtico malabarista de las ondas (el torpe pero tierno Timothy Busfield). Para alguien que le gusta el medio y que trabaja en prensa como yo, ver Studio 60 es aprender y ver cómo funciona desde dentro el tinglado. No sabes si aliarte con el personaje de Steven Weber, o mantenerte alejado de él.

Pero, por ejemplo, el personaje republicano y fanático de Sarah Paulson (como la Calista Flockhart de Cinco hermanos) me rechina. Entiendo que existe, y que funciona para el juego del guión, pero los scketches centrados en este tema me aburren y no me interesan. Algo parecido me pasó con el tema racial (aunque puedo perdonarlo por ver a DL Hughley, un actor absolutament mímico que no hace falta ni que hable, un gran descubrimiento). En este caso no hay gays, pero hubiéramos estado en las mismas. Algo ya resobado y manido.

Como anécdota están los cameos de gente como Felicity Huffman, Sting, John Goodman (increíble en su papel de supuesto juez paleto que de tonto no tiene un pelo)... Pero los que más me han sorprendido, por frikis, han sido los de Masi Oka, el japo de Héroes, interpretándose a sí mismo, y al hermano asesino de Dexter, Christian Camargo, haciendo de Keith Richards en el rodaje de una peli sobre los Rolling.

El asesino de la Barbie, con peluca.


Hiro viajó en el tiempo a Studio 60.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por el comentario, es oficio, es pasión, es televisión. Realmente, me alegro que hayas disfrutado con S60. ¿Te animas ahora con El ala oeste?

Anabel de Castro dijo...

A mi me ha pasado exactamente lo mismo con esta serie... los primeros capítulos me aburrieron un poco (y eso que Matthew Perry es una de mis debilidades confesas), pero hay que reconocer, que es una serie muy bien hecha, con unos personajes que encajan a la perfección.

De todas formas, es una serie Estadounidense y ciertos personajes nos pueden resultar extraños (como el de Sarah Paulson, que haberlas, haylas) y ciertos gags, nos cuesta "pillarlos" (al menos a mi...)

La escena de la azotea, preciosa... pero no menos que la idea de mandar cartas de recomendación...

Un saludo

PD: siempre paso por aquí de puntillas, ¡¡ya era hora de que hiciese algún comentario!!